POESÍA DE ENRIQUE ALCALÁ ORTIZ - El viejo olivo
05. CULTIVADOR ACEITOSO

© Enrique Alcalá Ortiz



         Todas las lenguas del mundo carnosas, rojas, húmedas, hambrientas, parpadeantes en su expresión de los deseos que esperan saciarse, te hablan desde lo alto, a coro, a mando, con un canto de ansia, de muertos vivos que desean tu vida de aliento. Y tu aliento de vida. Sus voces en valles, llanuras, en ríos verdes -como tu cara de aceituna joven- se expanden, se constituyen en abonos para calmar tu accidente.

 

         Cultivador de aceite.

         Primogénita materia.

         Corazón de grasa.

         Pan de pobre.

 

         ¡Qué sería de ellos sin tu pegajosa sustancia!

         Sin tu húmeda materia de morada aceituna, de verde yerba, de temperatura variada.

         Tu fertilidad de óleo ofreces bondadoso a esas voces que piden con un desmedido interés más frutos cada temporada. Pero no es este el caso. Tú no tienes mezclas para recibir el mensaje, por eso, no juzgas, no condicionas. Eso lo dejas para el viento que va de rama en rama, tocándote a sí mismo, sin detenerse, porque tú eres -así siempre- ofrecimiento espontáneo, milenario en edad, darte sin más en comunión venerable de cada día. Sin posarte, siquiera, en el conocimiento de esas lenguas que chillan sus ansias y que esperan tus frutos.