Historia de Priego de Andalucía - Un lugar de descanso
6. EPITAFIOS PRIEGUENSES
Existentes en iglesias y en cementerio del Santo Cristo



                                                                                                                          © Enrique Alcalá Ortiz 

  A

 lo largo de nuestras carreteras y caminos no existen túmulos funerarios como el que hay en el Mojón de la carretera de Cabra, recordando el accidente mortal del ciclista Galera. Nuestra comarca, no obstante, cuenta con recorda­torios de muertes -fuera del recinto del cementerio- que generalmente se han producido de una forma sangrienta. Bien en violencia física provocada, bien en accidente. Este es el caso del que se encuentra en el monte adyacente al del Calvario, cuya falda da cara a la Haza de la Luna: la Cruz de las Mujeres. Su acceso a él -apartado de caminos- es un poco difícil y quizá por esta razón está olvidado y muy poca gente va a visitarlo. Nos recuerda el hecho de la lucha hasta la muerte de dos mujeres. El amor y los celos fueron los ingredientes que hicieron saltar la sangre de unos cuerpos que perdieron la vida. El suceso causó mucho impacto en la sociedad decimonónica de Priego. Los poetas ?un poco periodistas de la época- se apresuraron a componer sus romances que se basaban en tan desgraciado acontecimiento. De los varios que se crearon, hemos recopilado este trozo de uno de ellos:

Entre verdes olivares

y un monte cercano a Priego

con su trágica leyenda

se yergue una cruz de yeso.

Es la Cruz de las Mujeres,

historia de amor y celos,

sendas navajas que ansiosas

en carne morase hundieron... 

         Estas muertes estarían olvidadas, si no se hubiese construido la Cruz y la casita que la cobija. Esto hace ciertas las palabras de Giménez Caballero cuando dice que "ser tumba en España es el único modo de ser algo; de vivir, de pervivir; esto es, de influir y traspasar"[33].

         Una muestra del epígrafe sobre piedra la tenemos fuera del recinto del cementerio, en el antiguo molino -propiedad de doña Salud Madrid Alcalá-Zamora-, que existe al final del Paseo de Colombia, y antes de llegar a la bocacalle que desemboca en la Puerta del Sol, colocada en la pared del patio del inmueble, sobre una fuente, hay una lápida en mármol negro que contiene una inscripción en latín que nos habla de raíces nobiliarias y linajes. Una traducción libre nos dice lo siguiente: "La ascendencia de Juan Gámiz Carrillo, por parte de padre, se remonta a Ordóñez Zamorano, y por parte de madre, esta casa se funda con los antepasados que lucharon con Alfonso XI en el municipio de Priego. Se reedificó en el año 1631"[34].

         La primera impresión que se recibe cuando uno se acerca a las tumbas de nuestro cementerio es el variado, chillón colorido, de mal gusto, de las flores de plástico. Pétalos de papel; con pecíolos de alambre forrados que ofrecen sus colores desvaídos al visitante, junto a algunos ramos de flores naturales, secos y marchitos, y escasas coronas de claveles, ofrendas de recientes sepelios.

         Las inscripciones que se ponen sobre las lápidas de nuestras tumbas y sepulturas, suelen consistir en una indicación del nombre, edad del finado y la fecha de su' muerte. Pero algunas, añaden ciertas expresiones de dolor, amor, deseo de eternidad y tienen un mensaje moral-filosófico-religioso.

         Los epitafios griegos y latinos se caracterizaban por el frecuente uso de las abreviaturas en las inscripciones. Muchos de los epitafios latinos comenzaban con la fórmula SISTE, VIATOR (Detente, caminante), porque sus sepulturas solían estar al borde de los caminos. Esta fórmula subsistirá hasta tiempos modernos, aunque en nuestro cementerio no la hemos encontrado, si está en uno de los epitafios de la iglesia de San Francisco. En abreviatura latina nos queda aún S.T.L. (Sit, terra levis, Que la tierra te sea leve), 1874, y la cada día menos usada R.I.P. (Requiescat in pace, Descanse en paz). En San Francisco existen dos: IN PACE IN IDIPSUM DORMIAN ET REQUIES­CAM (Duerma y descansa en paz consigo mismo, Dav. Salm. IV. V.IX, 1864), y, QUI CUSTOS EST DOMINI SUI GLORIFICABITUR (Quien custodia a su Señor será glorificado, Prov: 27, 18. 1924). Las abreviaturas actuales suelen ser ya de frases del castellano: D.E.P. (Descanse en paz) y la que está de moda D.E.P.A. (Descanse en paz, amén). En algunos epitafios se detallan circunstancias de la muerte:..."entregó su alma a Dios a las veintidós horas del día 8 de mayo de 1946, después de recibir los auxilios espirituales y la bendición de su santidad", y en otros aparece la moderna técnica de la propaganda: la fábrica que construyó la lápida se anuncia en ella. Los epitafios se han dicho que son una de las últimas vanidades del hombre, pero se ve que esto no es obstáculo para que esta vanidad se convierta en dinero a través de las ventas. Suele haber vivos donde los muertos moran, ya que cualquier ocasión es propicia para el anuncio.

         Son poco frecuentes los epitafios que relatan la profesión del difunto. De los modernos, no hemos encontrado ni un sólo caso. Como muestra reco­gemos estos: "Aquí yacen los restos del Sr. don Antonio Villalba y Domín­guez, maestrante, ex diputado a Cortes y Caballero de la Orden de San Juan de Jerusalén"; o este otro; "José Alcalá-Zamora Franco, ex diputado a Cortes Constituyentes y ex senador del Reino. 1874". Las leyendas de los finados religiosos detallan si eran monjas o sacerdotes. En algunos militares brota el orgullo de clase: " ... Sargento de Infantería'', "... Comandante de Arti­llería", o las circunstancias de su muerte " ... muerto gloriosamente por Dios y por la Patria en el frente de... ". Otros personajes locales, como políticos, hacendados, escritores y pintores no destacan nada sobresaliente en sus epitafios.

         Las muestras más desgarradoras de dolor y pena aparecen en los epitafios dedicados a los niños. El amor paternal se hace trágico y desventurado en sus manifestaciones de pena. Un caso dramático es el de un niño muerto en el año 1935 y que aún luce en su nicho flores naturales. En las catacumbas de la parroquia de la Asunción nos hemos encontrado en una pequeña lápida de mármol negro el epitafio más antiguo (1860) dedicado a un pequeño de cinco años:

 

Pura tu infancia lucía

cual la flor de la inocencia

cuando a tu tierna existencia

puso fin la parca impía.

Guarde pues aquesta losa

tus restos y goza en tanto

de eterna dicha y encanto

en la mansión venturosa. 

         Hasta hace poco las esquelas mortuorias de los adultos presentaban una orla negra que, sin embargo, no se ponía en las esquelas de los niños. La idea de asociar el blanco con la pureza, la candidez y el alma limpia de pecado, además de aparecer en el traje de las novias, se usa también para el color de las lápidas de los niños difuntos. Todas las de este siglo suelen hacer uso de esta costumbre, y sobre todo, se usa el mármol blanco. Algunos epitafios testi­monian esta idea: "El ángel Francisco... que subió al cielo". "La niña María... subió al cielo". El dolor profundo en otras: "Hijo de mi alma, en vida fuiste nuestra alegría, tu trágica muerte nos trajo la tristeza. Sólo la tumba mitigará nuestro dolor". "En esta tumba están posando en mármol, en sus entrañas va guardando, las lágrimas que vierten a cada instante los padres?. O éste, que desprovisto de toda poesía y grandilocuencia, es explícito y profundo: "Miguel Ángel, imposible olvidarte".

        Aunque a algunos les pueda parecer extraño, los epitafios han estado sujetos a una rigurosa y férrea censura. No se escribieron libremente. Los camposantos eran una prolongación de la iglesia y un lugar de espera para la resurrección de la carne. El primer reglamento de nuestro cementerio, fechado y aprobado en la sesión del 27 de septiembre de 1869, siendo Alcalde don Antonio de la Barrera, recoge en su artículo 9: "Podrán ponerse epitafios en las bovedillas y sepulturas después de sujetar aquellas a la censura del Muni­cipio y abonar los derechos establecidos. El sepulturero encargado no permiti­rá su inserción o colocación sin que vaya autorizada con el V.° B.° correspon­diente. El Ayuntamiento nombrará una persona entendida que examine las inserciones, signos y alegorías que se pretendan fijar a fin de corregir su estilo y ortografía y hacer estén con las leyes de la Moral". Dos aspectos, el moral y el ortográfico, que han sido estrictamente guardados hasta nuestros días. Ni una frase se ha desviado, ni una infracción a las normas de la ortografía se ha cometido.

         Seguimos de nuevo con epitafios que son muestras del amor humano. En este caso es el amor filial: "Por vuestro inmenso cariño, abnegación y sacrificio para con vuestros hijos, éstos que no os olvidan os dedican este recuerdo", "... los hijos le dedican este epitafio como signo de que su recuerdo vivirá eternamente en sus corazones". "Por vuestra bondad, abnegación y sacrificio vuestros hijos no os olvidan". Y en verso, tema frecuente en el siglo XIX: 

"Este cadáver que la tumba encierra

fue esposa y madre de virtud modelo,

si la materia sucumbió en la tierra

su alma más bella lucirá en el cielo. (1877) ". 

         Y, dentro de este grupo, el amor del cónyuge en este pareado: 

?En vida yo te adoré

en muerte no te olvidaré". 

         El apartado más voluminoso de epitafios lo forman aquellos cuyo tema es el amor divino. Frases de esperanza. Frases, también, copiadas del Antiguo y Nuevo Testamento que traslucen un intenso sentido cristiano de la vida futura: "Santo y saludable es orar por los difuntos". "Hemos anunciado tu muerte y proclamado tu resurrección". "Participó de su amor al mundo y ahora vive en su resurrección". "El Señor llamó a la vida eterna". "¡Qué deseables son tus moradas. Señor!". "El que cree en mí aunque haya muerto vivirá (S. J. X1-26)". "El Señor es mi pastor". "Todo lo puedo en Cristo que me fortalece".

         Hay muchas reproducciones de santos, pero la imagen esculpida, dibujada o en fotografía que más se reproduce es la de Jesús Nazareno. Epitafios dirigidos directamente a él, hemos encontrado en el cementerio estos dos: 

"Concédenos, oh Señor,

por tu gran misericordia,

de nuestras culpas, perdón,

para así alcanzar la gloria.

Lo ofreció nuestro Jesús

por su sangre derramada

cuando expiraba en la cruz ".

          Y el segundo, de nuevo, en forma de pareado: 

?Misericordioso Jesús Nazareno

dales el descanso eterno?. 

         La Virgen María es recordada en un sólo caso: "Sagrado corazón de María, sed su salvación".

         En los enterramientos de San Pedro, grabado en una gruesa losa de mármol rojo, en doble dimensión de lo que usualmente es normal, sin que sepamos el nombre del monje alcantarino a quien va dedicado, puesto que la lápida a pesar de sus dimensiones es un trozo del original, nos apareció, después de quitarle una suciedad de siglos que tapaba su escritura, el siguiente epitafio: 

"En aquesta soledad

tiene sepulcro glorioso

aquel hermano dichoso

que acabara en santidad. Año 1750". 

         El fundador de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz y del Opus Dei, José María Escrivá de Balaguer, a través de su libro Camino, ha llegado en una ocasión a las lápidas de nuestros nichos: "En ti Señor esperamos y pusimos nuestra oración y nuestra cruz. (Camino, 95). Muy largos y anchos son los "caminos de la obra".

         Un grupo aparte forman los epitafios que tenemos en la iglesia de San Francisco y en la sacristía y capilla de Jesús Nazareno. Destacan por el conjunto poético que forman todos ellos: 

"Para perpetua memoria

que las virtudes recuerde

es esta dedicatoria.

Sacerdote bondadoso,

de caridad siempre lleno,

fue de Jesús Nazareno

Hermano Mayor celoso.

Yen tal confraternidad

cual herido por el rayo

finó el primero de mayo

sesenta y ocho de edad.

La tumba encerró sus huesos

pero aquí queda su historia.

Dios le dé su santa gloria

por nuestras preces y rezos". 

         El segundo pertenece a don Antonio Arjona y Arjona: 

"El amor a Jesús, la fe cristiana,

la bondad natural y genuina,

cuantos carismas en el alma humana

puede la gracia derramar divina

en él se dieron cita soberana,

y en premio a esa virtud tan peregrina,

su espíritu voló dulce y sereno

a unirse con Jesús el Nazareno?. (1924). 

El tercero para don Antonio Serrano y León, pbro. (1891): 

"Espíritu siempre lleno

de caridad y de amor,

sacerdote del señor,

apóstol del Nazareno.

Vivo ejemplo de piedad,

celoso de todo bien,

hermano mayor, sostén

y honra de nuestra hermandad.

Tras larga y gloriosa vida,

tras envidiable jornada,

por los buenos envidiada

y por todos bendecida.

Su vuelo tendió sereno

a la región de la luz

para abrazarse a la cruz

de Jesús el Nazareno ". 

         Y el de don Juan Nepomuceno Sidro, (1872): 

Si hallar anhelas la virtud triunfante,

si el amor conyugal andas buscando,

si vas tras la piedad, ¡oh caminante!,

¡haz alto!, en esta tumba están posando...

El mármol en su entraña va guardando

la lágrima que vierte a cada instante

el hijo sus caricias recordando,

la mano bienhechora, el mendigante...

llora también, lector, por la memoria

del ángel que voló a la excelsa gloria ". 

         Junto a éste, el siguiente: 

"Goza de esa mansión donde eres ida,

mientras el huracán de los dolores

seca y enluta la nefasta vida

del que perdió contigo sus amores...

Mientras abrumado de dolor y horrores

suspira el alma de dolor transida.

Mientras que del destino los rigores

enconan de mi pecho la honda herida

y llega el plazo, y viene al fin la muerte

y logro junto a Dios al cabo verte?. 

        Con un estilo moderno de frases cortas, directas y condensadas, que resumen y detallan los rasgos más sobresalientes de don Ángel, está redactado su epitafio: "Sacerdote ejemplar". "Padre de sacerdotes". "Capellán de Jesús". "Adorador ferviente". "Apóstol de los niños".

         Si bien, todos los epitafios rezuman un sentido filosófico-moral, religioso­cultural, estos que ahora vemos sobresalen por su filosofía. Filosofía que se puede adoptar a cualquier religión: 

"Aquí todo terminó

no queda sombra ni vida

lo que fue existencia humana

en ceniza es convertida ". 

         "Estás con nosotros en la vida". "En todas partes te encuentro sólo por irte a buscar". O éste que nos encontramos en San Pedro: "Es la muerte la última de las cuestiones. Año 1861". Su lectura nos lleva a un mar de medita­ciones y desconciertos.

         Otras inscripciones nos dicen el carácter jurídico que tienen algunos nichos y bovedillas. Y así muchas de ellas, para evitar posibles confusiones con la administración, llevan grabadas: A perpetuidad, Propiedad. De esta forma se confirma en piedra el derecho que reconocen unos papeles de escritura.

         No sé si alguna persona en vida sana o in artículo mortis ha redactado alguno de los epitafios que acabamos de ver para que se inscribieran en su tumba. Creo y sospecho que casi todos ellos fueron escritos para consuelo y brillo de familiares y deudos. Desde luego todos son mejores que el que Larra nos escribe en su artículo El día de difuntos de 1836: "¡Santo Cielo! También otro cementerio. Mi corazón no es más que otro sepulcro. ¿Qué dice? Leamos. ¿Quién ha muerto en él? ¡Espantoso letrero! Aquí yace la esperan­za"[35].

         Sobre algunos mausoleos de nuestro cementerio en forma de urna, de clara influencia clásica, existen unos esbeltos obeliscos, alargados, en granito, y con estructura de pirámide cuadrangular, que llevan esculpidas en una de sus caras la palabra A y en la adjunta la palabra Dios. No sabemos si la frase consta de dos palabras y nos dice A Dios, o el epitafio es junto, y en este caso, sería: Adiós.

[33] GIMÉNEZ CABALLERO, Ernesto: Junto a la tumba de Larra, Biblioteca Básica Salvat. Este­Ila (Navarra), pág, 13.

[34] En Apuntes para la Historia de Priego, de Pedro Alcalá-Zamora se puede encontrar en el capítulo de antigüedades, la relación de varias inscripciones romanas encontradas en Las Cabezas de Fuente Tójar.

[35] LARRA, Mariano José de: E/ día de difuntos de 1836. Biblioteca Básica Salvat, Madrid, 1969, pág. 182