RELIGIOSIDAD POPULAR. Cofradías y hermandades - Cofradía de la Soledad
Soledad en Córdoba

Notas históricas, sede, titulaes, estación de penitencia, fiestas votivas de mayo, preparación del IV Centenario, procesión extraordinaria y la coronación canónica de la imagen de la Soledad de Priego de C&oacu

Cartel
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SOLEDAD EN CÓRDOBA

© Enrique Alcalá Ortiz

Notas históricas        

 

            En el mandato del abad Maximiliano de Austria de Alcalá la Real se fundó la Cofradía de Nuestra Señora de la Soledad en el año 1594, con fiesta principal la del Niño Perdido, y procesión de disciplina, o de flagelantes, acompañando a la imagen de Nuestro Señor Jesucristo en el Sepulcro. Será en 1684 con motivo de unas pestes y sequías cuando se funda la Hermandad de la Soledad  con carácter de rogativa, efectuando cultos en el mes de mayo. Lo que llama la atención fue su cierta capacidad económica para adquirir la capilla, oficina y bóveda a los alcantarinos y la concordia que hacen con ellos, referente a las 50 misas que debían decir por los hermanos difuntos, sermones de mayo y demás celebraciones. Pacto que al final hipotecaría todas las entradas de la Hermandad que se veía negra para pagar y que frecuentemente estaba endeudada en varios miles de reales, causa en ocasiones de serios pleitos que siempre ganaron los frailes. Existen algunos inventarios donde nos encontramos a Gerónimo Sánchez de Rueda, haciendo colectas para pagar la talla del retablo de la capilla y algunos inventarios donde detallan que la Cofradía poseía los recibos del pago de las imágenes, tanto de la Soledad y del Cristo Yacente, como las del Descendimiento.

A todo esto debemos añadir en esta primera fase, la creación del primer escuadrón de soldados romanos y los sacerdotes profetas que salían vestidos con sus correspondientes caretas acompañando a Jesús o llevándolo, ya que eran los únicos a los que se permitía tal honor.

            Durante el siglo XIX, nos enteramos que la Cofradía, visto el mal estado de la imagen del Resucitado, se la cede a la Hermandad de Nuestra Señora Santa Ana, cita en la Virgen de la Cabeza. Se destaca la gran capacidad de trabajo de José M. Madrid Calderón, conservador acérrimo y realista recalcitrante, abogado y propietario, que unió la cofradía y la hermandad en una sola entidad; la dotó de nuevos estatutos, consiguió el título de real, renovó todos los enseres, andas, romanos que estaban perdidos, túnicas, colgaduras, decoración, reparación de imágenes, creación de escudos y un largo etcétera. Para ello hace rifas, cuestaciones, suscripciones, numerosas obras de teatro, adelantando dinero o pagando muchas veces de su bolsillo. Una anécdota que no tiene desperdicio es que manda a Cabra a 25 jornaleros, que andando por caminos y veredas, se traen el recién bordado manto realizado en Sevilla, porque se había enterado de que en los carros que lo transportaba estaba sufriendo desperfectos. A finales de siglo, la capilla de la Soledad se vino abajo, por fortuna sin dañar las adoradas imágenes y se realizó un proceso para la reconstrucción de la cúpula.

            Durante el siglo XX se confeccionan cinco andas o tronos diferentes a la imagen de la Virgen, mientras el Cristo ha tenido dos, si bien la última experimentó una ampliación. A finales de los cuarenta, la imagen se lleva a Sevilla donde se le realiza una profunda renovación al rostro de tal forma que muchos cofrades dudaron que fuera la misma. Sin embargo, lo más destacado de este siglo han sido los dos movimientos de renovación cofradiera que han surgido, polarizados en ambos casos alrededor de la imagen del Cristo Yacente. La primera en 1928, cuando un grupo de jóvenes quiere crear la "Cofradía del Santo Sepulcro" y al no conseguirlo, marchan al Calvario, y fundan la actual "Cofradía de los Dolores"; la otra ocasión, cuando al inicio de la década de los 60 un grupo de entusiastas, dentro de la Cofradía, se instituyen como "Real Orden de Caballeros del Santo Entierro de Cristo", cuyos efectos y frutos, en esta ocasión no se fueron al exterior, todavía se recogen en la actualidad. Finalmente, la celebración del IV Centenario,  aun coleando, no me ha llenado de sorpresa, no. Es porque todavía sigo con la boca abierta, secuela secundaria que me ha producido el espanto y la fascinación de todo lo realizado.

 

Sede, titulares, estación de penitencia y fiestas votivas de mayo

            Esta Real Cofradía reside canónicamente en la iglesia de San Pedro Apóstol, y dentro de la misma posee una capilla en la que tiene camarín la Virgen de la Soledad que levantó hacia el 1690, que sería reformada en los siglos XVIII y XIX. El camarín de la Virgen fue realizado a partir de 1748 por los hermanos Álvarez y hacia 1780 Francisco Javier Pedrajas talló el revestimiento de madera actual.

            La Cofradía tiene dos imágenes titulares. El Cristo Yacente que data del primer cuarto del siglo XVII. Es una soberbia talla atribuida a Pablo de Rojas por su gran parecido con la de Jesús Nazareno de Priego y otras obras de este autor que se veneran en Granada. El Cristo descansa en una bella urna de cristal y madera policromada. La imagen de la Virgen de la Soledad es una imagen barroca del siglo XVII, de autor desconocido, profundamente reformada, que pertenece al grupo de imágenes de vestir.

            La Estación de Penitencia la realiza en la noche del Viernes Santo con salida de la iglesia de San Pedro. Esta procesión es una de las más solemnes de la Semana Santa. A ella asisten representaciones de todas las cofradías vistiendo sus colores distintivos, llevando sus respectivos pendones, junto con representación eclesiástica, autoridades civiles y militares, tradicionalmente fue la procesión oficial de la Semana Santa.

            Desde finales de siglo XVII y con motivo de las pestes que asolaron a la población, sequías y otras calamidades se hicieron votos de hacer novenario, con sermones, misa mayor y desfile procesional que se han mantenido durante más de trescientos años. Acuden los mejores predicadores del momento, se traen bandas, agrupaciones musicales y artistas de canto y se realizan artísticos retablos, finalizando con una rifa de los objetos donados a la Virgen.

Preparación de IV Centenario

Con estos precedentes, la Real Cofradía del Santo Entierro de Cristo y María Santísima de la Soledad con motivo del IV Centenario de su creación dispuso su capacidad de grupo y trabajo para diseñar primero y después llevar escrupulosamente a cabo un programa de actividades insólito por lo variado y sorprendente por lo extenso. Jamás hasta ahora nadie hizo tal y con tanto éxito. Pregones como el del Centenario, Semana Santa y coronación; exposiciones de sellos y arte cofradiero; presentación de vídeos, vigilia de la Inmaculada y celebración del Corpus; recuperación de las fiestas de la Candelaria y de la Cruz; procesiones infantiles y las propias de Semana Santa y mayo; apoyo para la recaudación de fondos para las obras de San Francisco; fiestas de San Antonio; homenajes a antiguos costaleros; creación de logotipos y múltiples carteles; decoración de variados retablos; nombramiento de hermanos predilectos; edición de tres libros referentes a la Cofradía; y la culminación con el grandioso acto multitudinario de la coronación celebrado en la Fuente del Rey. Algo asombroso y agotador imposible de realizar sin la existencia de un abigarrado grupo de entusiastas que han trabajado sin descanso horas y horas, días y días, meses y meses hasta conseguir lo que creemos será muy difícil de superar.

 

Una procesión extraordinaria

            El inicio de la ceremonia de la coronación se realizó en San Pedro. Conociendo bien el desa­rrollo de los desfiles procesionales dentro del templo, a la vista del espectáculo, se percibían algunos detalles de Semana Santa, domingos de mayo y Corpus y sin embargo, no era nada de eso, o bien todo a la vez, aunque claramente muy distinto.

            De Semana Santa se veía preparado el paso de palio de la Virgen en cuyo interior la imagen lucía sus mejores vestiduras bordadas en oro y su delicada cabeza, libre de corona. De mayo, estaban vestidos sus numerosos costaleros que orgullosos lucían su traje negro, camisa blanca, corbata gris con el escudo de la Cofradía y guantes blancos. Este negro masculino, se com­pletaba con el rico y variado de los considerables trajes de mantilla que lucían señoras y señoritas. Del Corpus se había tomado la idea de invitar a todas las hermandades y agrupaciones religio­sas de la localidad para que acudiesen con sus estandartes e insignias que para la ocasión se completó con cofradías invitadas de Córdoba, Santo Entierro de Baena, Santo Sepulcro de Granada y Nuestra Señora de la Araceli de Lucena.

            El orden lo inició la cruz parroquial, seguida de mantillas, cofradías y agrupaciones religiosas locales, hermandades invitadas, Junta de Go­bierno de la Soledad, Los seises con su director, el paso de la Virgen, sacerdote y cerrando el desfile la banda de cometas y música de Nuestra Señora de la Oliva de Salteras, de Sevilla. El itinerario seguido fue Plaza de San Pedro, Repú­blica Argentina, Ribera, Plaza de Andalucía, Río y Fuente del Rey. Las calles estaban engalanadas con las banderas y pancartas alusivas como ya hemos detallado antes, y en los balcones de las fachadas de todo el recorrido lucían mantones de Manila, banderas nacionales y colchas de diferentes estilos y modelos con sus crespones y adornos. A la apoteosis se unieron las puertas abiertas de la iglesia de las Angustias, Casa natal de don Niceto e iglesia del Carmen. Al llegar aquí la imagen, las campanas de la torre iniciaron un frenético estallido de sonidos estruendosos, mientras aparecía por la puerta de la iglesia el Obispo de Córdoba, José Antonio Infantes Flori­do, revestido de báculo y mitra, acompañado por todos los sacerdotes del arciprestazgo y otros llegados de los pueblos cercanos. El Hermano Mayor y algunos miembros de la Directiva lo recibieron con reverentes saludos y beso en el anillo. Con ello, creemos que es la primera ocasión que un obispo acompañaba a la Virgen de la Soledad con todos los atributos de su jerarquía. El cortejo procesional llegó a la Fuente del Rey, y siguió un pasillo contiguo a las casas de la derecha, hasta alcanzar al escenario colo­cado delante de la cruz de los caídos, último de los recuerdos públicos que nos queda de aquella guerra fratricida que padecimos por los años treinta. En la cruz habían colocado al Cristo del Descendimiento, estando adornado todo el es­trado con numerosos centros de flores, al igual que los estanques de la Fuente Rey.

            A la izquierda del escenario se colocó la coral Alonso Cano, de rigurosa gala, detrás las sillas de los costaleros y delante el escenario para los seises. El público asistente se agrupaba en tres grandes grupos. Los que estaban invitados y tenían su reserva de silla (Junta de Gobierno, Corporación Municipal, hermandades, agrupa­ciones religiosas, mantillas, costaleros, seises, etc.), público en general y los que completaban el recinto de pie. En total se calcula que más de 3.000 personas de una u otra manera contempla­ron la ceremonia.

 

La Coronación Canónica

            Parecía mentira pero la coronación canónica por la que tantos esfuerzos cofradieros se habían realizado iba a dar comienzo cuando la coral empezó a cantar las letanías de la misa de Perossi, mientras el Obispo y su corte de casi veinte sacerdotes subían al escenario donde no faltaba detalle. Durante el Pontifical el sacerdote José Luque Requerey fue explicando la ceremo­nia y haciendo las moniciones de las lecturas realizadas por José Joaquín Alcalá Pérez y Chari Aguilera Mejías, Hermano Mayor y señora.

            La homilía del Obispo tuvo el detalle de no ser leída y por lo tanto más expresiva. Su frase "No hay que decir nada, sino abrir los ojos" fue el prólogo para cantar el encanto del arrebatador paraje de la Fuente del Rey y dedicar un piropo a los organizadores que no habían olvidado el más simple detalle, "con esa magnificencia que os sale del corazón a la que estáis acostumbrados". Recalcó con acierto, que la coronación no era un acto en la historia de Priego, sino un acto sin­gular, que tiene toda la categoría de aconteci­miento porque reflejaba esa realidad, oculta y misteriosa, que es la de nuestra fe. El cuerpo de su discurso lo adentró sabiamente en la soledad del hombre posmoderno y de su fracaso debido a la insolidaridad existente para contraponerla a la soledad humana de la Virgen que se queda sin su Hijo.

            El acto concreto de la coronación empezó con la lectura del decreto episcopal realizada por el consiliario Manuel Cobos Rísquez a lo que siguió la bendición de la corona e imposición de la misma por parte del Obispo ayudado por el Hermano Mayor y Mayordomo. Apenas la coro­na se colocó sobre la delicada cabeza de la imagen, el público asistente empezó a aplaudir estrepitosamente mientras una salva de cohetes tronaban en los cielos haciendo los honores a la ya Madre y Reina, y la coral entonaba el "Aleluya" de Haendel. Este regocijo emocionante se com­pletó con las danza de "Los seises" iniciando una tradición que deseamos duradera. Los ner­vios de sus primeros pasos se vieron recompen­sados con unos fuertes aplausos indudablemen­te merecidos por su esfuerzo y arte.

            Las ofrendas, realizadas por miembros de Gobierno junto con sus esposas, consistieron en velas para el altar, vinajeras, centro de flores, estatutos y medalla de la Cofradía (que sería impuesta al Obispo), aceite y productos de la tierra, pan y vino. El detalle humano se produjo cuando uno de los miembros de la Asociación de Minusválidos "Albasur" se acercó a ofrecer sus trabajos y al no poder subir por las escaleras para acceder hasta donde se encontraba el Obis­po, bajó éste personalmente para recibir la ofren­da, al mismo tiempo que besaba al oferente. La emotiva escena produjo los naturales aplausos del público.

            Después de la comunión repartida por ocho sacerdotes por todo el recinto, y la oración final, el Hermano Mayor leyó unas bien construidas palabras de acción de gracias y agradecimiento.

            La Cofradía, a partir de este momento, había escrito la apoteosis de su historia y alcanzado el cenit de los actos conmemorativos de 400 años de su creación. Cientos de suspiros de satisfac­ción sin ruidos ni escándalo ascendieron lenta­mente y se fueron asentando en cada una de las hojas de los centenarios plátanos americanos del paraje. Se tenía conciencia de haber logrado un objetivo difícil, después de infinitos esfuerzos anónimos y colectivos. La meta gloriosa será una diadema invisible pero real en la fama de este grupo compacto de hermanos. Las felicitaciones y enhorabuenas a cofrades y directivos, por lo sinceras, testimoniaban un éxito evidente.

            Se inició la procesión a las 19:25 de la tarde y concluyó a la 0:06 minutos de la noche.

            Antes de las tres de la madrugada sólo quedaban en la Fuente del Rey las sombras del logotipo del centenario llevado por cada uno de los sacerdotes oficiantes de la Pontifical, ya que todos los objetos sagrados y cachivaches deco­rativos fueron retirados inmediatamente. Hacen las cosas bien y las hacen pronto.

            Los días siguientes, comentarios laudatorios tomaron asiento en cada una de las tertulias. Desde luego había de qué hablar. El simbólico color amarillo cofradiero, oro de sol, había ilumi­nado con otra luz a un pueblo sorprendido.

BIBLIOGRAFÍA.

ALCALÁ ORTIZ, Enrique: Soledad en todos. Historia de la Real Cofradía del Santo Entierro de Cristo y María Santísima de la Soledad Coronada. (1594-1994). Excmo. Ayuntamiento de Priego de Córdoba. Obra Cultural de la Caja Provincial de Ahorros de Córdoba. Real Cofradía del Santo Entierro de Cristo y María Santísima de la Soledad Coronada. Priego de Córdoba, 1994.

ALCALÁ ORTIZ, Enrique: Crónicas del IV Centenario. Real Cofradía del Santo Entierro de Cristo y María Santísima de la Soledad Coronada. Priego de Córdoba, 1994.

ALCALÁ ORTIZ, Enrique. FORCADA SERRANO, Miguel. Archivos de las Hermandades y Cofradías: Priego de Córdoba sus Hermandades y Cofradías. Agrupación de Hermandades y Cofradías de Priego de Córdoba. Priego de Córdoba, 1998.