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VALLE DEL CAICENA. José Aumente Rubio. Córdoba
07-02-2018

Valle del Caidena
Valle del Caidena

                  El río Caicena, o de Almedinilla, ha excavado un profundo valle que separa los olivares de Jaén y Córdoba. En esta tierra de frontera, también encontramos algunas aldeas y diseminados, que constituyen un interesante recurso territorial, depositario de un valioso patrimonio urbano y cultural, que a la vez se inserta en un medio de elevado valor ecológico y ambiental.     Desgraciadamente, el éxodo rural ha asestado un duro golpe a estos pequeños núcleos de población, y alguno, como La Carrasca, se muestra hoy apartado y abandonado.

                   Desde la aldea de El Poleo, un empinado camino, pero con buen firme y algún tramo cementado, desciende hasta lo más profundo del barranco, para llegar a la abandonada aldea de La Carrasca, en el río Caicena. Los olivos ceden terreno a retamales y espartales llegando al río, donde la pendiente se incrementa. El camino cruza el río por un pequeño puentecillo, cerca de un impresionante talud de margas yesíferas que muestran un atractivo colorido pardo rojizo y numerosas grietas y oquedades. El Caicena baja también de color pardo, como pardos son también los viejos chopos, ahora desnudos, que acompañan su cauce. Algún grupillo de olmos secos nos indica que la grafiosis también ha hecho estragos en este apartado lugar. A pesar de ser un día gris y lluvioso, escucho y veo numerosas aves en este solitario rincón, como chochines, pinzones, estorninos, carboneros, rabilargos y mirlos.

Al otro lado del río encuentro algunas casas derrumbadas. En pocos lugares crece tanto la soledad como entre estas moradas ruinosas de La Carrasca. El silencio lo habita todo. Hoy día, La Carrasca hoy día es una sombra de lo que fue: un manojo de casas caídas y desoladas en las que el viento silba cansino y triste entre los zarzales que invaden los recintos. Hasta los años 50, la agricultura familiar y de autoconsumo había prevalecido en las aldeas, caseríos y diseminados de Priego de Córdoba, pero desde esa década las nuevas circunstancias de la agricultura y la mecanización del campo llevó, en la mayoría de los casos, al éxodo rural en busca de nuevos sistemas de vida. Aun así, en los últimos años, algunas personas han reconstruido sus casas (o han hecho otras nuevas sobre los cimientos derruidos), con el fin de ofertarlas como alojamientos rurales, y que las gentes de la ciudad vengan a habitarlas los fines de semana, algún día festivo y muchos días de verano que, en estos parajes apartados y húmedos, se hace más llevadero, atractivo y refrescante.

De todas maneras, todavía hay muchas casas caídas, de las que apenas quedan los cimientos, donde aún reverberan ecos del ayer.

 

VIEJAS HISTORIAS

El ruido del viento al mover las pocas hojas que aún permanecen en las ramas de los viejos chopos, y el crujir de maderas de los carcomidos vanos en las ventanas hundidas, produce desasosiego y temor. Esta es una zona donde proliferan leyendas de fantasmas y aparecidos. Entre del sur de Jaén y el sur de Córdoba está el denominado Triángulo de la Muerte. Sus vértices se encuentran en Alcalá la Real, Iznájar y Priego de Córdoba, y el nombre le viene dado porque dentro de este triángulo se vienen produciendo suicidios que superan cuatro veces la media nacional. Me acuerdo de una antigua leyenda que habla de que por las inmediaciones de La Carrasca y otras aldeas que se adentran el término de Almedinilla siguiendo el cauce del Caicena, se pasea un anciano de extraña presencia, conocido como El hombre de las Uñas, por lucir dichos atributos, que desde tiempos lejanos se muestra de vez en cuando a los que por allí transitan, causándoles gran espanto. La silueta de un viejo de uñas largas va penetrando en mi conciencia sin darme cuenta, y crece el miedo. De vuelta al coche, creo verlo entre las sombras, escondido en la quietud de la chopera que escolta el camino.


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