© Enrique Alcalá Ortiz
Las referencias a las partes del cuerpo en forma creciente son: boca, sangre, pecho, manos, pies, muelas, cabeza y niña de los ojos. A las que se alude de una a tres veces. Se destaca el corazón y se llevan el premio los ojos.
Los ojos como representación de amor se nos muestran siguiendo con el mismo sentido que han tenido a lo largo de toda la lírica tradicional. A este respecto Hernando del Castillo cuando habla del amor cortés dice: "Generalmente, el papel de los ojos era doble, los de la dama mataban, los del galán eran la puerta por la que, en primer lugar, penetraba el sentimiento amoroso; con frecuencia y paradójicamente, los del amante quedaban ciegos como resultado de la visión". Así los ojos son comparados a rayos de sol, a luceros, a estrellas en una hipérbole comparativa; pero también son culpables de "enamorarse de lo que no vale na", sirviendo para buscar ese amor que no aparece.
Del color, el azul y el negro son sinónimos de traición; los que caen bien son los del color acaramelado. Con otro sentido este capitulo está lleno de piropos.
El corazón es tratado en dos vertientes. Por una parte, es el amor mismo: "tienes a mi corazón en el rincón del olvido"; por otra, se le considera como depositario del amor, de las penas, del sentimiento y con capacidad de enojo y olvido.
Las alusiones a todas las partes del cuerpo están dentro de la más estricta norma moral. No hay ninguna que haga referencia a aquellas partes que tengan un sentido erótico o sexual.
Ojos
1
A los ojos de mi cara
les tengo que regañar,
porque siempre se enamoran
de la que no vale na.
2
Con la estrellita del norte
se guían los marineros;
yo me guío por unos ojos
que parecen dos luceros.
3
Corazón mío, chiquito,
¿dónde estuviste ayer,
que te buscaron mis ojos
y no te pudieron ver?
4
Desde aquí te estoy mirando
y tú mirándome estás,
ojillos de pillo tienes
pero no me pillarás.
5
En la niña de tus ojos
está la luna parada,
y no la deja salir
la hermosura de tu cara.
6
Entre dos cortinas negras,
dos niñas me tienen loco;
las cortinas son tus cejas,
las niñas, las de tus ojos.
Corazón
1
A mi corazón le digo
que calle, que le conviene;
y que se deje de amores
que eso es pa quien lo entiende.
2
De tu ventana a la mía
me tiraste un limón;
el limón cayó en el suelo
y el zumo en mi corazón.
3
De tu ventana a la mía
me tiraste un limón,
no fue limón, sino lima,
que me partió el corazón.
4
En mi casa me preguntan
que si te quiero Manolo;
con la boca digo no,
con el corazón te adoro.
5
Me quisiste, bien hiciste;
me olvidaste, bueno está;
yo tengo mi corazón
que no se enoja por na.
Otras partes del cuerpo
1
Con esa cara que tienes
y esa boca tan abierta,
le pareces a Belmonte
dando un pase de muleta.
2
¿De qué te sirve que digas
a esa mujer no la quiero,
si llevas en la cabeza
un cascabel volatero?
3
El amor mío, en tu pecho,
se ha florido y no ha granado;
se ha perdido la simiente
por sembrarlo tan temprano.
4
Rubita tienes la cara,
rubito tienes el pelo;
y yo de tanto mirarte
rubito me estoy poniendo.
Color moreno
En las coplas de los coros el color moreno es un color apreciado y querido. Es un color que honra y da brillo. No hay que olvidar que el pueblo -aunque sin duda abundan los tipos celtas, rubios y de piel clara-, es en su mayoría de piel y cabello oscuro, pero sin llegar al tono del color gitano, que en las coplas flamencas está identificado con la pobreza material.
Por eso, mientras en el Cante Jondo, el color moreno se sobrepone como un signo de orgullo frente a la pobreza y marginación, aquí se exalta como símbolo de honradez, dicha, felicidad y fecundidad. No pasa esto con el color rubio, al que se hace alusión, tanto referido al hombre como a la mujer, -aunque en escaso número de coplas- con un tono despectivo, aludiendo a las malas artes de las personas rubias y blancas. El pueblo que hace rincoros es el pueblo llano, que trabaja de sol a sol, y muchas veces a la intemperie.
Ya Lope de Vega decía en el Gran Duque de Moscovia.
Blanca me era yo
cuando entré en la siega:
diome el sol
y ya soy morena.
Y en esta otra:
Aunque soy morena,
blanca yo nací;
guardando el ganado
la color perdí.
A lo largo de toda la historia de la literatura -ya lo ha hecho notar Dámaso Alonso- se ha ensalzado el color moreno y los ejemplos serían numerosísimos, tanto en la literatura culta como en la popular, y a lo largo de todas las épocas.
1
Aunque me ves morenito,
no soy sera de carbón;
arrímate que no tizno,
reina de mí corazón.
2
Bien sabe Dios que te daba
por ese color moreno,
los ojillos de mi cara
aunque me quedara ciego.
3
El moreno que yo quiero
tiene los ojos castaños,
con su mirada me dice
quiéreme que no te engaño.
4
El surco de mi besana
está lleno de terrones
y tu carilla morena
toda llena de ilusiones.
5
En mi casa me preguntan:
"¿Qué tengo que yo no como?"
Los ojos de mi moreno
me tienen que echar al hoyo.
Color rubio
1
Compañero si te casas,
busca la mujer morena;
que las rubias y las blancas,
de ciento, sale una buena.
2
Si un rubio pide la mano
y un moreno el corazón,
no renuncies al moreno
por un rubio cabezón.
3
Te enamoras de las rubias,
siendo tu rostro moreno,
sabiendo tú que las rubias
no quieren tratos con negros.
2490 Veces visto -