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12.102. LOS ALCALÁ ORTIZ. (ÁRBOL GENEALÓGICO)

 




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Historia de Priego de Andalucía - Luz por el sistema de electricidad

8. LAS LUCES DEL CASINO

El Casino de Priego desde el primer momento fue un adelantado en darse de alta en los adelantos técnicos que llegaban a la ciudad.



 

© Enrique Alcalá Ortiz

  

         E

 l casino no se quedó en la zaga de las innovaciones en el alumbrado. La más importante de las instituciones recreativas-culturales del pueblo estuvo siempre a la vanguardia de los adelantos técnicos y éste de la iluminación del edificio fue, como es lógico, una de sus preocupaciones primordiales. Podría­mos declarar -siguiendo la moda moderna de dedicar un año a cada cosa- el año 1901 "año de las luces en el Casino", y esto por la preocupación constan­te que, a lo largo de este año, embarga a la directiva en el tema del alumbrado y a las innovaciones que se efectúan.

        Durante el último tercio del siglo XIX, se estuvo usando el petróleo, primero de los adelantos importantes llegados a Priego. Una factura que se le paga a don Juan de Dios Corpas, cosario de Málaga, importa 80 reales por el porte de 10 cajas de petróleo con destino al alumbrado.

         El Casino es uno de los primeros clientes que tuvo don Martín Alcalá-Za­mora en su aventura de dar alumbrado eléctrico al pueblo. En abril de 1898 la Junta Directiva aprueba, su presidente era don Pablo Luque Serrano (quien después del fracasado intento no se la contrataría para el alumbrado público unos años más tarde) hacer contrato para instalar la luz eléctrica, que no llega a hacerse por escrito, sino entre partes y oral. En efecto, se hizo en este año de 1898 la instalación eléctrica por parte de D. Martín Alcalá-Zamora por un importe de 471 pesetas, y además 317,40 pesetas ascendió la factura de tulipas y material. El primer recibo de luz documentado del que tengamos noticias en Priego fue de 660 pesetas, importe del gasto de luz de este año de 1898 consumida de la fábrica de don Martín Alcalá-Zamora.

         Después del fracaso de esta intentona, a primeros de 1901, se ve la necesi­dad de estudiar de nuevo la cuestión del alumbrado, en el cual se habían gastado en 1900, 3.532 pesetas, en el deficiente y antiguo sistema de petróleo. La solución se espera encontrar siguiendo dos caminos: la luz eléctrica y el gas acetileno.

         Para la primera solución el presidente se entrevista con don Martín, al objeto de formalizar el contrato, teniendo en cuenta las condiciones en que se ofrece el gas acetileno y que la duración de la luz deberá ser de sol a sol, pues hasta la medianoche que la tiene establecida don Martín para particulares y demás centros de recreo no era posible admitirla en el Casino, puesto que su vida daba comienzo a esa hora en el verano, a no ser que don Martín quisiera establecer por su cuenta alumbrado mixto, o sea electricidad hasta las doce y de esa hora en adelante otra clase de alumbrado[1]. Pero las gestiones lleva­das a cabo no llegaron a un resultado práctico. Más bien hubo una ruptura de relaciones, pues unos meses más tarde don Martín exige al casino el importe de 473,04 pesetas, resto de la cuenta que tenía presentada en el año de 1898 por instalación, tulipas y material de luz eléctrica. Saldo que se acuerda pagar conforme las existencias de caja lo permitan.

         La otra solución estudiada en 1901 fue la del carburo. Ya se habían inte­resado la conveniencia de su instalación en el año 1900, y se habían hecho presupuestos de los que resultaba un gasto de 2.000 pesetas anuales aproxi­madamente para cuarenta luces, dando pues como resultado una mejora importante para los intereses de la sociedad que se ahorraba, una vez hecha la instalación, casi la mitad de lo que se gastaba en alumbrado de petróleo. Se acuerda un proyecto con la casa Medel y Hnos. de Málaga y son éstos los que hacen la instalación y surten los aparatos de lampistería por un precio total de 3.000 pesetas, pagaderas 1.000 pesetas al empezar el servicio, otras 1.000 a los tres meses de hecha la instalación y el resto a los seis meses. Por cierto que cuando llegó la primera letra, el Casino, apurado, escribe a don José Lozano Madrid, que ya era acreedor a la sociedad, para pedirle, si no tenía inconve­niente, que aumentara su crédito en 1.000 pesetas. Este gustosamente concede el préstamo. En la Junta siguiente usó la palabra y manifestó: "Que con sumo gusto había hecho el anticipo de mil pesetas a la sociedad cuando se lo indicó el Sr. Presidente, sin que necesite para resguardo documento de ninguna clase, y sin devengación de intereses". Caballeros de otras épocas, especie extingui­da, que existió en Priego a principios de siglo. Este nuevo sistema de alum­brado supuso un trabajo especial para don Rafael Pareja que aparte de servir café y otras bebidas a los socios, se encargaba de poner en marcha, limpiar y tener a punto todos los aparatos de luz por acetileno. Reconocido este trabajo especial se le aumenta el sueldo de cinco reales y medio que cobraba diariamente a siete reales diarios, pero con la condición de que si dejaba el cuidado de los citados aparatos se le rebajaría el sueldo al que tenía antes.

         Un poco más de tres años estuvo en servicio el carburo, después de esta innovación importante, la tercera y definitiva después del petróleo y acetileno, sería la luz eléctrica. El 16 de octubre de 1904 -la inauguración tuvo lugar el 1 de octubre como acabamos de ver-, siendo presidente don Rafael Valverde Cubero se estudia la necesidad y ahorro que para el Casino tendría el nuevo alumbrado eléctrico que en esta intentona parecía ya instalado de una forma definitiva y que aparte de público, se usaba ya en comercios y casas particula­res. En los tanteos preliminares con el representante de la sociedad Electra se había ofrecido un precio de instalación de 15 pesetas por cada lámpara fija y 17,50 por cada una de las no fijas, pero fue considerado sumamente exage­rado y se desistió de tal proyecto. Hechas nuevas conversaciones se llegó al precio de 11,50 pesetas en el coste de instalación de cada lámpara. Dichosos tiempos en que cualquiera le hablaba de "tú a la compañía eléctrica y podía regatear el coste del contrato.

         Cuando el 16 de noviembre de 1904 se inaugura el nuevo alumbrado el resultado no puede ser más negativo. En algunas habitaciones las bombillas tenían que auxiliarlas con el gas acetileno, en otras era totalmente negativa, y donde mejor lucía, dejaba mucho que desear comparada con la anterior iluminación. Como habían contratado bombillas capaces de producir una claridad deslumbradora, el poco éxito se debía a la mala calidad del material aportado por la Sociedad Electra, pues cambiadas las bombillas por las que existían de la instalación de don Martín, se observó que daban la luz que debían según su intensidad, pero la compañía se negó a que se usaran lámpa­ras que ella no había suministrado. En vista de lo cual se solicita el corte del fluido, "sin perjuicio de acordar posteriormente lo que proceda por los perjuicios ocasionados y los que en lo sucesivo se le pueda ocasionar a la Sociedad del Casino por este asunto". Pero no llega el electrón al río, ya que en marzo del año siguiente se pagan los recibos atrasados, y aquí no ha pasado nada.

         Hoy día el contrato que hacemos con la sociedad eléctrica tiene un carácter indefinido, pero en estas fechas no pasaba esto, sino que el contrato era renovable cada cierto número de años. En 1910, se contratan 36 lámparas incandescentes de 16 bujías, 32 de 25 y 2 lámparas de 32 bujías. Y a pesar de tener un precio de 368 pesetas mensuales según póliza "el Casino por un contrato especial, y en vista de la importancia del fluido que suscribe, sólo ha de satisfacer 150 pesetas al mes, más los impuestos legales" (¿Quien ha dicho que los impuestos son cosa de hoy?). Además de esto el Casino que­daba autorizado para adquirir lámparas con entera independencia de La

Electra.

         Se produce una nueva crisis a la hora de hacer el contrato del año 1915. En esta ocasión el Casino pasa por unos momentos de agobio económico, pues sus ingresos se habían mermado considerablemente. Como solución se acuerda reducir el número de lámparas a la mitad y de esta forma se pagarían también la mitad de las 186 pesetas que se estaban pagando. Comunicada esta opción a' la empresa, les contesta que el precio mínimo no podría ser inferior a 110 pesetas más los impuestos. El Casino consideraba su petición ajustada a derecho, pues a mitad de lámparas exigían mitad de precios, en aplicación de una sencilla regla de tres directa. (El contrato se hacía por lámparas y no por pasos de contador). Así que sacan las lanzas, es decir cortan los cables ya que por unanimidad se acuerda que "desde primero de febrero próximo se suprima en este Casino el fluido eléctrico, comunicándoselo al encargado que la compañía tiene en el pueblo". No sé cuantos días duró este apagón[2].



[1] De alguna forma seguía funcionando y dando luz la fábrica de D. Martín Alcalá-Zamo­ra, aunque sus resultados no fueran muy positivos del todo. 

[2] Actas del Casino de las fechas siguientes: 5 de marzo de 1898, 15 de enero de 1901, 24 de abril de 1901, 27 de marzo de 1901, 12 de junio de 1901, 27 de junio de 1901, 16 de octubre de 1904, 8 de noviembre de 1904, 16 de noviembre de 1904, 1 de julio de 1910, 5 de enero de 1915 y 21 de enero de 1915.

 





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