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11.36. ORIGINAL OPOSICION DE LA FUNDACION RESIDENCIA DE SAN JUAN DE DIOS A UN ACUERDO PLENARIO DE LA CORPORACION PRIEGUENSE

 




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Historia de Priego de Andalucía - El enrevesado proceso de la instalación del telégrafo

2. PASAN SEIS Y PASAN SIETE

El domingo de Cuasimodo del año 1892 de instaló el telégrafo en Priego.

 

© Enrique Alcalá Ortiz

 

 

         U

  nos versos del romance La condesita dicen así: "Pasan seis y pasan siete,/ cerca de los ocho van"/, hacen alusión a la ausencia del amado que no vuelve. Nosotros podríamos añadir otros dos: el ocho pasó deprisa/ y el nueve aca­bando está/, con ocasión, esta vez, del paso rápido de los años sin la llegada de los impulsos telegráficos.

         Nuevos afanes de modernización llegan en el otoño de 1879 en las manos de don Gregorio Alcalá-Zamora y Caracuel, quien el 22 de septiembre de 1868 se había puesto en Priego a la cabeza de la Junta Revolucionaria que al grito de ¡Viva la libertad! se unió al general Serrano para derrocar a Isabel II. Después llegaría a ser Gobernador Civil de Granada. Éste había realizado gestiones con el Director General de Telégrafos y habían llegado al acuerdo de que si el Ayuntamiento pagaba los postes y daba local para el servicio, era casi seguro que en el próximo presupuesto, el Gobierno costearía la línea de Cabra a Priego. Ante esto se solicita el servicio al Ministro de la Gobernación. Don José Luis Rubio que seguía siendo Alcalde en 1882 recibe la contestación -ya habían pasado otros tres años- en la que se le comunicaba que la Dirección General de Correos y Telégrafos había aceptado la oferta del Ayuntamiento respecto a facilitar local donde establecer una estación telegráfica y los postes. Añadiendo que se facilitaría mucho la realización de tan importante mejora si se ampliase por la Corporación sus ofrecimientos, bien facilitando el mobi­liario, bien costeando la mano de obra del ramal y los arrastres de material. Ante esta postura oficial, que se situaba dentro del más clásico regateo de mercado, nuestros munícipes no se arredran y aceptan sin rechistar todas las condiciones propuestas, librando además 500 pesetas para que se llevara a efecto las gestiones preliminares del proyecto. Parecía ya que toda la fase de gestión burocrática se había consumido con resultado provechoso, pero nuestra tortuosa carretera que asciende desnortada por el Mojón había de estar desmochada y huérfana de postes muchos años más. Todas las gestiones anteriores se difuminan en el limbo de la ineficacia porque nada de lo anterior se llevó a efecto. Las causas exactas no las sabemos, pero las vislumbramos dentro del campo de los sucesivos cambios políticos.

         En otro otoño, esta vez de 1888, es el propio Alcalde el que marcha a Madrid para conferenciar con el Ministro de Fomento, para suplicarle que el trazado que se intenta proyectar pase una línea por Priego. Esta vez al menos el Alcalde vio Madrid y las llanuras de la Mancha, porque los vecinos se quedaron sin ver los hilos en las calles del pueblo.

        Parece que el otoño sea la época propicia para que la Corporación se acordara del telégrafo. En el de 1890, don Félix Pérez, solicita, previo acuer­do, lo de siempre: una estación telegráfica, ofreciendo oficina, mobiliario, postes y planteo de los mismos. Se obtienen iguales resultados que en las anteriores ocasiones: no se consigue nada. Por estos años ya se había genera­lizado el uso del telégrafo en las poblaciones de cierta importancia y España estaba enlazada con Francia y Portugal, pero de los 54.800 kilómetros de hilos que ya bailaban al son del aire por nuestro país, ninguno hacía sombra en nuestro cielo.

         Los juglares de aquella temporada, a la vista de todo esto, quizá podrían haber ampliado el romance de esta forma, adaptándolo a la nueva situación:

 

?Pasan seis y pasan siete,

cerca de los ocho van?

el ocho pasó deprisa

y el nueve acabando está.

Pasó la decena entera

y el quince primaveral,

y dos décadas pasaron

sin el Morse en la ciudad.

Son veinte años de nada,

pero qué barbaridad

pensar que estaban comprados

los postes al empezar.

 

 Domingo de Cuasimodo

 

        El final de esta trama telegráfica parece de película. El guionista más ocurrente e imaginativo hubiera tenido dificultades para encontrar un

desenlace tan lleno de suspense. Un duendecillo travieso trastocaba el guión volviendo locos a los realizadores.

         En otro otoño (1891) se pone sobre la mesa un Real Decreto de 1 de diciem­bre de 1890, en el que se concedía a Priego comunicación eléctrica con Cabra, pero por medio de hilo telefónico. Tantos años esperando el telégrafo para que te concedan finalmente el teléfono. La Corporación rechaza de plano esta mejora, porque dice que lo que desea el vecindario es el telégrafo y para conseguir este extremo es necesario ahora solicitarlo del Ministro de la Gobernación de una forma oficial, ya que extraoficialmente las gestiones para el cambio habían partido de diferentes niveles de presión. Pero ahora sucedía que la modificación representaba un exceso de gastos entre lo presupuestado para la implantación del servicio telefónico al telegráfico, por lo que, en vista de lo cual se acuerda que la diferencia de exceso que era de 1.135 pesetas se cargue al presupuesto del ejercicio siguiente. Un mes más tarde se recibe la respuesta del Director General de Correos y Telégrafos concediendo el cambio pedido, diciendo, además, que el importe del trueque ascendía a 2.047,34 pesetas. A don Carlos Valverde López, Alcalde del telégrafo, no le temblaría la mano en una fría mañana del mes de enero cuando firmó el contrato de arrendamiento de una casa en la calle Prim, con su propietario don José Ortiz Rodríguez, comprometiéndose a pagar por ella 1,44 pesetas diarias de alquiler.

         La inauguración oficial, que pone final feliz a esta película, se produce en abril de 1892, el domingo de Cuasimodo (Primer domingo después de Pascua) con la concurrencia de todas las autoridades.

         Un prieguense que hubiese nacido cuando se iniciaron los primeros trámites habría visto los gobiernos de Serrano, Amadeo de Saboya, Figueras, Pi y Margall, Salmerón, Castelar, Alfonso XII y la regencia de María Cristina, y tendría la envidiable edad de veintidós años. Edad envidiable si no estaba en Cuba, como les pasó a muchos, esperando el desastre colonial.

         En acta se hace constar la satisfacción con que se ha visto la inauguración de la línea telegráfica mejora por mucho tiempo deseada y hasta ahora no conseguida. Se consigna, asimismo, las gracias al Excmo. Marqués de Mochales, Director General de Comunicación, al Diputado por el distrito don Álvaro López, al Gobernador Civil y al Diputado Provincial don José Luis Castilla[1].

         En las Memorias íntimas y populares de don Carlos Valverde se recoge el primer telegrama del que tenemos noticias. Lo envía el torero Guerrita desde Daimiel diciendo que al saltar la barrera se había hecho daño en una mano y por lo tanto no podía acudir a la feria de septiembre[2].

         Las comunicaciones a distancia que no fueran los canutos eran ya un hecho consumado en un pueblo donde el servicio de hoy transmite fotografías y usa el teleordenador.



[1] A.M.P.: Actas Capitulares de las siguientes fechas: 18 de junio de 1870, 14 de octu­bre de 1870, 19 de diciembre de 1874, 27 de septiembre de 1879, 30 de septiem­bre de 1882, 29 de septiembre de 1888, 24 de noviembre de 1890, 12 de octubre de 1891, 23 de noviembre de 1891 y 23 de abril de 1892.

[2] VALVERDE LÓPEZ, Carlos: Memorias íntimas y populares, año 1892.





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