Además de los tojeños cuyas hazañas y detenciones hemos visto en parte, durante la primera década del siglo XX los diarios cordobeses adoban sus noticias con buena parte de los sucesos de la provincia.

Así en 1901 se producen hurtos de cabras, caballerías, frutas, como los peros y membrillos o huéspedes que se llevan ropa del mesón Sol donde se hospedaban.

Durante 1904 un licenciado de presidio roba unas gallinas y una escopeta, y otros ladronzuelos roban oveja, algo de dinero en un establecimiento de bebidas, pequeños hurtos en caseríos diseminados, se detienen a varios delincuentes y se recuperan caballerías robadas. Si bien el suceso más destacado es el crimen ocurrido en las Lagunillas. En el cortijo La Higuerilla se presentaron tres sujetos armados de escopetas y con una burra y empezaron a coger esparto sin permiso del dueño, quien al verlos  les pidió que dejasen de robar. Sin mediar palabra le dispararon causándole la muerte. Acudió un hijo armado de una escopeta quien hizo algunos disparos pero tuvo la desgracia de ser herido por los malhechores. El labrador asesinado era padre de once hijos.

En 1905 se producen algunos robos de los que podemos llamar por necesidad. En la Cañada del Trillo en un cortijo roban unas monedas de plata, un pedazo de queso y dos cajas de cápsulas de municiones. En otro cortijo cuatro pavos y en Fuente Alhama a un hortelano le desvalijan toda la matanza. En plan colectivo podemos destacar la detención por la Guardia civil de Manuel Colomo (a) El Santo y a su hermano Miguel, que en unión de José Menjíbar (a) Patarras, a quien persigue, cometieron un robo en la casilla llamada Pedriza de Arrebola, del término de Carcabuey, rescatando también el dinero y los efectos sustraídos. Asimismo se ha capturado al dueño de una taberna de la aldea de Esparragal, donde concertaron el robo, como cómplice en el hecho. (Diario de Córdoba, 1905).  Si bien el hecho más sonado de este año nos lo cuenta Rafael Escandón en El Defensor de Córdoba:

?DE PRIEGO.- IMPORTANTE SERVICIO.- La Guardia civil de este puesto, hábilmente dirigida por el celoso y activo primer jefe de esta comandancia, teniente coronel don Carlos la Puebla, ha realizado hoy un servicio tan importante, que merece archivarse en los anales del Benemérito Instituto, por ser de los que garantizan la seguridad personal y el respeto a la propiedad; circunstancias sin las cuales, el orden social es imposible.

            UN POCO DE HISTORIA.- En la noche del 24 de mayo último se cometió en ésta un robo de bastante consideración en casa del acaudalado propietario y conocido ganadero D. José Lozano Madrid, llevándose los aprovechados cacos en cantidad considerable, alhajas de gran precio y una respetable suma en metálico. No fue posible describir quienes fueran los actores de esta hazaña, a pesar de poner todos los medios imaginables.

            FELIZ DESCUBRIMIENTO.- Con motivo del desgraciado incidente ocurrido al señor Alemán la noche del pasado julio, se encuentra entre nosotros hace tres o cuatro días, el teniente coronel señor La Puebla; y al regresar ayer de Fuente-Tójar donde revistó la fuerza de aquel puesto, le fue notificado por el cabo Romero que se encontraban esperando órdenes una pareja de Alcalá (Jaén) y que venía a practicar gestiones acerca de la participación que hubiera tenido en un robo cometido en el Castillo de Locubín, un tal José Porras Rosales, vecino de ésta.

            Preso en su domicilio el tal Porras e interrogado con exquisita habilidad, confesó al preguntarle el señor La Puebla de una manera embozada por el robo de Locubín, el haber tenido participación en el del señor Lozano. En vista de estas manifestaciones, dispuso el citado jefe un servicio tan extraordinario como de resultado feliz, pues a las diez de la mañana de hoy estaban bajo la acción de la justicia el referido Porras, Francisco Padilla y Padilla, Escolástico Miranda Padilla y Rafael Jurado con casi todas las alhajas y 21.30 pesetas en metálico.

            Estas detenciones relatadas a la ligera, suponen infinidad de esperas, pesquisas, declaraciones, ir a una casa a encontrar en un agujero de la pared una relación anónima del hecho, ir al cortijo de Guincharral (Algarinejo) donde hallaron enterradas en paja una olla de porcelana conteniendo las alhajas, y una caja de hierro enterrada en una cuadra que encerraba bastante metálico, en fin, un continuo movimiento de todas la fuerza de esta puesto, cuyo individuos han estado tan incansables como certeros en todas las indagatorias realizadas.

            Millares de plácemes y felicitaciones ha tenido el señor La Puebla, de las autoridades y particulares de ésta; excelente efecto ha causado en toda la población tan brillante servicio, y sólo se oyen alabanzas tanto para el jefe, como para el infatigable cabo Romero y guardias a sus órdenes.

            Hechos como el presente, deben divulgarse todo lo posible para confundir en sus propias redes a los detractores de tan brillante cuerpo, que constituye en nuestro tiempo casi la única garantía personal que tenemos.

            Uno mi modesto pero sincero aplauso al de mis convecinos, y deseamos al bizarro jefe muchos triunfos como el presente.?

            Un hecho abominable y algún otro que provoca la risa se producen en 1906. Nada menos que siete arrobas de chorizo le robaron al Juez Municipal de Priego José Gámiz Cáliz. No hemos conseguido averiguar si el diligente juez consiguió apresar a los chorizos que le robaron su chorizo. El hecho luctuoso se produce con el asesinato de una anciana. Así lo describía la prensa:

?DESDE PRIEGO.- ROBO Y ASESINATO POR ESTRANGULACIÓN. (De nuestro corresponsal). Una anciana que vivía sola, y al parecer pobremente, en un cuarto de la calle Real, de Priego, hacía más de veinticuatro horas que no salía de su vivienda ni abría la puerta, lo cual llamó la atención de sus vecinos; y haciéndose eco de ellos un joven de veinte años llamado Manuel Rodríguez Baena, dio parte el Juzgado de que la indicada anciana, conocida en la localidad por la viuda del sargento López, ni salía de su cuarto ni respondía a los llamamientos de los vecinos.

            Constituyóse el Juzgado a seguida en la habitación de aquélla, y encontróse a la pobre vieja muerta sobre la cama con señales de violencia en el cuello y con otras de haberse perpetrado un robo, origen del asesinato.

            Al levantamiento del cadáver, así como a la conducción del mismo en una camilla al hospital, ayudó, prestándose voluntariamente, el joven Manuel Rodríguez, que diera aviso al Juzgado quizá para despistar a la justicia y que no recayeran sobre él sospechas de su participación en tan horrible crimen.

            Pero el hábil y celoso jefe de policía de esta ciudad, don José Barranco, que sabía que el individuo en cuestión acababa de empeñar unas alhajas de procedencia dudosa y que quizá instintivamente sospechó de él, dio orden a sus subordinados de que, una vez conducido el cadáver al hospital, detuvieran al Rodríguez, como así se efectuó.

            Detenido éste, la sorpresa obró en él por modo maravilloso, y sin gran esfuerzo confesó que él y José García Alcoba entraron la noche del 31 de enero por una ventana del cuarto de la interfecta, con ánimo de robarla, y, como ella despertara al ruido, le dieron muerte por estrangulación, siendo también cómplice en el hecho otro joven llamado Hilario Camacho.

            Procedióse acto continuo a la detención de los acusados por el Rodríguez, quienes también han confesado ya su respectiva participación, así como se han descubierto otros robos anteriores a éste, cometidos por los mismos.

            Muchos plácemes reciben las autoridades de esta ciudad, así como la benemérita y el citado jefe de policía, por la cooperación que todos han prestado al descubrimiento de este crimen y otros que no han de tardar en esclarecerse. 2 febrero 1906.

En sus conclusiones el Ministerio Público especificaba que en la noche del día 30 al 31 de enero de 1906, los dos procesados puestos de acuerdo con quince días de anticipación para robar a Josefa Carrillo penetraron en su casa, primero Manuel Rodríguez por un balcón ayudándole a subir José García, que entró por la puerta que franqueó el Rodríguez y entrando en la alcoba en que estaba durmiendo la Josefa, como ésta se apercibiera del ruido y encendiera una cerilla, los dos se abalanzaron sobre ella, cogiéndole uno por las manos y otro por la garganta, asegurando así sin riesgo alguno para su persona, dejándola muerta a los pocos momentos, habiendo recibido el García un mordisco en el dedo pulgar de la mano derecha.

            Después registraron un arca y un baúl y robaron tres pares de zarcillos de oro con perlas, dos de ellos de los llamados de lazo, y otro de dos cuerpos, una cadena con cruz de plata, un dije de cristal y veintiuna pesetas en plata y calderilla dando después las alhajas a Soledad Domínguez Camacho para que las empeñase y repartiéndose todo el producto del robo.

            Las alhajas ha sido valuadas en 61 pesetas 10 céntimos y los delincuentes habían buscado de propósito la noche para cometer el robo.

            Un tribunal popular le impuso penas de muerte a cada uno.?

            En los años siguientes de esta década, siguen produciéndose robos en domicilios particulares de dinero, leña, ropa, caballerías, cerdos, arados de hierro, y productos para llevarse a la boca como nueces, aceitunas, bellotas, almendras, nísperos, uvas y aceite.

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