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02. BURGOS
© Enrique Alcalá Ortiz
Desde Priego hasta París
hay una buena caminata.
Después de Despeñaperros
atravesamos la Mancha,
si bien todos los manchegos
llevan ropas bien lavadas.
Luego de cruzar Madrid
y cuando ya alboreaba
nos dirigimos a Burgos,
bella ciudad castellana
con su Arco Santa María
y sus torres adornadas
con prohombres de Castilla
en numerosas estatuas,
como ese Cid que a los moros
tantas tierras les ganara.
Cartuja de Miraflores
de belleza tan lograda
donde Gil de Siloé
esculpió sendas estatuas
a los padres de Isabel
que nos conquistó Granada.
Para no quedarse corto
hizo un retablo de talla.
Una imagen de san Bruno
-madera policromada-
nos dijo adiós con los ojos
porque los cartujos no hablan.
Monasterio de las Huelgas
en las puertas se levanta.
Es sepulcro de los reyes
como Alfonso el de las Navas,
el infante de la Cerda
y un buen número de infantas.
El gótico y el mudéjar
conservaron las mortajas
de estos nobles medievales
en tumbas de piedra blanca.
El gótico más hermoso
en su catedral resalta
y vidrieras de colores
al Cristo secan las lágrimas.
Sus quesos y sus morcillas,
por sabrosos tienen fama,
así como el vino tinto
más exquisito que el agua
que trae el río Arlanzón
donde la luna se baña.
En el hotel instalados
y con las piernas cansadas,
bien comimos, bien bebimos,
dormimos en una cama.
(De lo que se hizo después
es mejor no decir nada.)
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