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52. A LA VILLA
© Enrique Alcalá Ortiz
Madre, ya no hay fantasmas en la Villa:
los que había en la época medieval
que bajaban por la calle Real
corriendo en busca de alguna chiquilla.
Sí, madre, ya sólo en su angosta orilla
se ve rielar la luna de cristal
-diamante nocturno, alto manantial-
que los labios pone en una mejilla.
Y, también hay en sus estrechas callejas
bonitos faroles sobre las rejas,
blancas paredes de cal, desconchadas;
parajes típicos, todas las flores,
en sus jaulas gorriones, ruiseñores,
y piedras viejas en el suelo hincadas.
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