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PRIEGO DE CÓRDOBA, (y otros poemas)
Nostalgias, sentidas desde la lejanía de María Teresa Jiménez Gallego.
MARÍA TERESA JIMÉNEZ GALLEGO
Mi pueblo? donde el sol brilla
donde corre el agua clara
cerca de los viejos olivos.
Mi pueblo son las negras rejas
de una vieja casa blasonada,
y lo despacio del andar de una anciana
para llenar su cántaro de agua,
en la fuente ?de un marqués?
casi de cuento de hadas.
Es el pasar enamorado
de una joven pareja
que junto al viejo Adarve?
sueña.
Y el sentir emocionado
de un hombre de más de cuarenta
que en un Viernes Santo del año
hace penitencia.
¿Mi pueblo?
Mi corazón.
El corazón de un prieguense
cualquiera.
QUISIERA IR Y NO PUEDO
Tambores al viento van
por las calles de mi pueblo
que ya subiéndola están
hacia el Calvario desierto,
a la Virgen los Dolores
la llevaron a su templo
y con las manos cruzadas
por su hijo está pidiendo.
Madrugá de Viernes Santo
quisiera ir y no puedo
a acompañar a Jesús
que la muerte ya está viendo.
¡Mira qué larga es la espera!,
quisiera ir y no puedo
pisar de nuevo tus calles
beber el agua de Priego.
Amanece lentamente,
y debajo del Adarve,
desde aquel verde huerto,
un campesino le lleva
las habas al Nazareno.
En San Francisco el alba
de blanco viste el templo
y las túnicas moradas
anuncian el sufrimiento.
Once campanas en el aire
le muestran la plaza al cielo
está plagada de gente
que en su corazón van diciendo:
¡Viva Jesús! !Viva!
¡Viva Jesús Nazareno!
Mañana de Viernes Santo
quisiera ir y no puedo
a acompañar a Jesús
que la cruz ya está sintiendo.
Ya pasa por la Carrera
ya el Paseíllo está viendo
la procesión va despacio,
sayones, soldados y pueblo
esperan que lleguen los hombres
que llevan al Nazareno.
Y debajo de aquel varal
va mi novio resistiendo,
abrasado, sudoroso,
entre un pecho y otro pecho.
¡Uno, dos y tres! ¡Arriba!,
y el pueblo todo es un anhelo,
que ya falta poco. !Arriba!,
que el Palenque no está lejos.
Y en esta plaza se rompe
todo el orden y el silencio
pues desde el gentío una voz
anuncia el paso ligero.
A una vieja se le pone
la cara blanca, rígido el vello
y con voz entrecortada
sale un grito de su pecho:
¡Qué lo trepan Padre mío!
¿No lo ves Tú desde el cielo?
Y ese sol, el de lo alto,
ya no hace falta en mi pueblo
porque el calor de la gente
que al Calvario va subiendo
llena el aire y el ambiente
de los que no podemos estar
porque estamos aquí, muy lejos,
que aunque quisiéramos ir,
¡quisiéramos! No podemos.
En la puerta de la Ermita
se abre un claro sobre el suelo
que allí lo vuelven de cara
para que vea a su Priego.
Y durante un momento separa
la mano de aquel fuerte madero
y con ella nos bendice
y con ella está diciendo:
- Aunque yo llevo la cruz
que pusisteis sobre mi cuerpo
no preocupaos, miradme,
que como a ella yo os llevo
muy dentro del corazón
aquí junto a mí, muy dentro.
Y se alzan los hornazos
blancos como luceros,
y se oyen miles de vivas
¡Viva, viva, viva!
¡Viva Jesús Nazareno!
Mediodía, Viernes Santo,
quisiera ir y no puedo
a acompañar a Jesús
bajo la cruz, sosteniendo.
Las lágrimas de la Virgen
de sus ojos van saliendo
mira como se lo llevan ya
del Calvario al sufrimiento.
Pasa por la Fuente del Rey
la muchedumbre siguiendo
al Nazareno bendito
camino ya de su templo.
Calle Río, calle Acequia
y San Francisco ya estoy viendo
lleno hasta reventar
de prieguenses, de mi pueblo.
Y otra vez gritos,
y otra vez rezos,
y otra vez, ¡Viva Jesús!,
y ¡hasta Mayo Nazareno!,
y suena el Himno Nacional
y entre brazos, bien sujeto,
entra lo más grande de España
por la puerta de su templo.
Es tarde de Viernes Santo
quiero ir, pero no puedo,
aunque yo sé que Jesús
dentro de su capilla
nos está bendiciendo
a los que cada año no podemos
ir a Priego para verlo.
¡Mira qué es larga la espera!,
quisiera ir y no puedo,
pisar de nuevo tus calles
beber el agua de Priego.
NOCHE DE SÁBADO EN PRIEGO
La noche es ya cerrada,
no se ven las amapolas,
en el aire que es un niño
perdido en su oscuridad sola,
se escuchan los bellos cantos
a la Virgen de la Aurora.
Campanillas, guitarras,
voces que llevan las coplas
entre la capa y el alma,
como si fuera el aroma
de una extraña flor
que sólo abriera a esas horas.
Guarda silencio, mi niña,
duérmete, que voladoras,
te arrullarán dulcemente
las canciones que ellos entonan,
y te olvidarás del diablo,
pues la Divina Señora,
te protege con su manto
de luz de estrellas y coplas.
Nocturnas calles de Priego
cuántas veces cantaoras
al pasar de los hermanos
que con sus sones evocan
las tradiciones antiguas
de la Virgen de la Aurora.
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