© Enrique Alcalá Ortiz
Hemos recogido abundantísimas muestras de este tema, que junto con los amores rotos, forman el más tocado y repetido. Y esto es así, porque sabemos que la tristeza es un buen caldo de cultivo y motivación de toda clase de creaciones artísticas.
"En la raíz del cante -dice José Luis Ortiz Nuevo habita la amargura. Los perfiles trágicos determinan de tal manera los soníos que aun en las músicas de fiesta subyace el eco de las grandes duquelas". Y esto es cierto para el grupo de estas coplas fuertemente influenciadas por el cante flamenco.
Las penas son tan enormes como las hipérboles que las manifiestan. La pena es más grande que el agua del mar, seca la raíz de los árboles, marchita las flores, daña y hace sangrar al corazón, hace brotar lágrimas formando charcos, quita el sueño, etc. El querer se nos muestra como sinónimo de pena, de padecimiento, pero un padecimiento que se sublima de una forma gozosa dentro de la copla.
Estas penas, que interiormente pasan, tienen una manifestación exterior en el cuerpo que las lleva. Así, por ejemplo, hacen enfermar:
Por un Antonio estoy mala,
por un Antonio enfermé...
O ponen la cara tan amarilla como el color de la cera virgen, queriéndonos recordar, tal vez, el tono amarillento que toma el cuerpo con ciertas enfermedades -lacras en otros tiempos- que han asolado a Andalucía.
1
A la mar fueron mis ojos
a por agua pa llorar,
y se vinieron sin ella
porque estaba seco el mar.
2
Al pie de una hermosa fuente
me puse a llorar por ti;
al árbol que me escuchaba
se le secó la raíz.
3
Anda, vete al campo y llora
si tienes por qué llorar;
que eres muy niña y no sabes
quién te quiere bien y mal.
4
Aquél que quiera saber
de qué color es la pena,
que se ponga en cueros vivos
y se arrime a una colmena.
5
A una flor le estoy contando
lo que me pasa contigo;
la flor se va marchitando,
grandes serán los motivos.
6
Aunque me ves amarilla,
mis labios no comen cera;
la raíz de tu querer
me tiene de esta manera.
7
Cantaré que estoy alegre
aunque llorando nací,
que las penas de este mundo
se acabaron para mí.
8
Compañerita del alma,
en lastimilla te tengo;
como sé lo que es querer,
sé lo que estás padeciendo.
9
Con el corazón dañao
te pones a hablar conmigo;
yo con toda sencillez
lo que me pasa te digo.
10
Corazón mío, no llores,
que yo siempre te he querío,
y siempre ceniza queda
donde lumbre se ha encendío.
11
De noche me voy al campo
y me jarto de llorar,
de ver que te quiero tanto
y tú no me quieres na.
12
Dicen que vivir no puedes
y en ti no piensa mi amor;
ya te puedes calcular,
¡qué grande fue mi dolor!
13
El corazón tengo herido
y las heridas me duelen;
no está muy lejos de aquí,
el que la culpita tiene.
14
En la casa de la pena
ya no me quieren a mi,
porque la mía es más grande
que la que tienen allí.
15
En Zaragoza hay un charco,
charco sin haber llovío,
las lágrimas de una fea
que el novio no l'ha querío.
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