© Enrique Alcalá Ortiz
Dice Juan Montoya Hidalgo que el cante andaluz tiene tres vertientes: una, la más antigua, llamada cante jondo y también cante grande, de profundo sentimiento y estilo severo; otra vertiente es el llamado cante flamenco y también cante chico, que deriva del cante jondo y se ha generalizado mucho; la última son los cantos populares andaluces.
Hacer con las coplas esta diferenciación es del todo imposible, aunque los estilos del cante estén bastantes alejados, en muchas de sus letras tenía que haber necesariamente una fuerte intercomunicación, y más en una región como la nuestra que tan rica ha sido en todas las vertientes. Ya Ricardo Molina decía: "No todas las regiones españolas poseen folklore propio. Entre las privilegiadas figuran el sur de la provincia de Córdoba, los partidos de Baena, Rute, Aguilar, PRIEGO y Lucena, las tierras de las temporeras.
La temporera es uno de los pocos cantes laborales andaluces. Pertenece a la misma familia de las trilleras pero no debe confundirse con ellas (...) la estrofa que sirve de vehículo a la temporera es la cuarteta romanceada, la misma que es expresión de la soleá, el martinete, la bulería, etc."
Expresiones como. "morir de amor", "un Antonio me mata", "muero por ti", "pensaba que me moría", "si me muero", "morir de pena", "más valía haberme muerto", "tu querer me mata", todas ellas llenas de un sentido hiperbólico, definen este capítulo.
Por último, en los otros apartados, destacamos la poca incidencia que tiene la muerte tomada en broma. Tema este -el chiste- sobresaliente en los rincoros.
La muerte en vida
1
Amor prisionero soy
y lo seré mientras viva,
porque el amor prisionero,
primero muere que olvida.
2
Dentro de mi pecho tengo
un canillero de plata
y dentro del canillero
un Antonio que me mata.
3
¿De qué te sirve venir
detrás de mí como un tonto,
si tú te mueres por mí
y yo me muero por otro?
4
El día que me olvidaste
pensaron que me moría,
porque me vieron llorar
y lloraba de alegría.
5
El día que tú te cases,
aquel día muero yo,
se juntarán en la iglesia,
mi entierro y tu velación.
La muerte violenta
1
A los hombres no tirarlos,
que los arrecojo yo;
y, si dicen de quemarlos,
la leña la pongo yo.
2
A mi corazón le dieron
veinticinco puñalás,
y se levantó diciendo:
"Aquí no ha pasao na".
3
Cada vez que considero
que tengo un amor ingrato,
no sé como no me tiro
sobre el colchón y me mato.
4
Dicen que me vas a dar
veneno para que muera;
yo no le temo al veneno
cuando de tus manos venga.
5
En esta calle se suena
que me van a dar un tiro;
nunca llueve como truena,
con esa esperanza vivo.
La muerte deseada
1
Ábrete, sepulturita,
que me voy a meter dentro,
que el amor despreciadito
lo comparo con un muerto.
2
Anda, ve y dile a tu madre
que te meta en un nichito,
y te encienda cuatro velas
que yo no te necesito.
3
Dicen que me quieres mucho
y que te mueres por mí;
muérete que yo lo vea
y entonces diré que sí.
4
Estoy tan hecha a tus cosas,
que el día que no las hago
en los rincones me meto
y a veces la muerte llamo.
5
Más valía haberme muerto
que el haberte conocido,
que no reinara la pena
que está reinando conmigo.
La muerte tomada en broma
1
A los hombres hay que hacerles
lo mismito que a los gatos,
de cada ochenta que nacen
hay que dejar tres o cuatro.
2
Dicen que muere de espanto
aquél que visiones ve;
yo he visto una lagartija,
no sé si me moriré.
3
Hasta ayer no supe yo
que el que se muere lo entierran;
yo creí que lo llevaban
a beber a una taberna.
4
No te pongas la pelliza
aunque te mueras de frío,
no vaya a decir la gente
con pelliza y no has comío.
La muerte con otros conceptos
1
Cada vez que considero
que me tengo que morir,
tiendo la capa en el suelo
y me jarto de dormir.
2
Estoy malito en la cama
y, si tú no me acaricias,
esta muerte va a tu cargo,
me has de querer por justicia.
3
Mi corazón agoniza,
has de venir al entierro
a ocupar el primer sitio
de cabecera en el duelo.
4
No hay muralla que, por firme,
dure lo que el mundo dura
porque todo en este mundo
tiene fin y sepultura.
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