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34. EL DINERO NOS CUESTA (I)
Amor y dinero.
© Enrique Alcalá Ortiz
Lotería primitiva, lotería nacional, quinielas futbolísticas, quinielas hípicas, la ilusión de todos los días o los viernes la tira, forman el primer conjunto protegido oficialmente y amamantado por lo tanto por la prensa y radio, y después promocionado sutil e inteligentemente con una persistencia patológica por el genuino medio de masas: la tele. El complemento privado no se queda a la zaga: cartones de bingo, peñas de casino donde se juegan toda clase de apuestas y las dichosas maquinitas tragaperras que sorprenden a todo viandante con su canto de sirena pidiendo que llenes con una moneda su ranura oferente. Y rifas: rifas de colegios, de hermandades, de peñas, de todas las agrupaciones habidas y por haber. El dinero nos cuesta todo. Los síntomas de este delirio son claros: el mundo no es sino un montón de redondas pesetas que se han juntado para formar una pelota de baloncesto que todos quieren coger para hacerla pasar por su aro.
Desde esta perspectiva, no como un comercio carnal, sino como una fábrica de carne, tenemos: Te fuiste y me dejaste / por ambición del dinero; tu madre lo quiere rico; buscando las tres perrillas / te retiraste de mí; vaya los duros que vale / una muchacha apaña. Si el dinero es una manta, ¿por qué no ha de cubrir todos los fríos? Pero además el amor es una manta eléctrica con un termostato regulable, dispuesto a recibir energía vitalizadora de cualquier foco emisor.
La función social del dinero como distintivo de clases, como símbolo del poder, como motor de alabanzas y provocador de inclinaciones tiene eco en la copla andaluza:
Cuando tenía dinero
me llamaban don Tomás,
ahora que no lo tengo
me llaman Tomás na más.
Y esto frente a la desnudez social que tiene el que su suerte o su inteligencia no le acarreó caudales. Para ellos su camino de futuro está claro. Su inteligencia le abre las puertas: de la cárcel, el hospital, la iglesia o el cementerio.
Amor y dinero
2429
A mí me llaman "Tomisa"
por apellido Ramales,
y una novia que tenía
la vendí por dos reales.
2430
Asómate a la ventana
que te lo voy a decir:
los olivares que tienes
no es pa tanto presumir.
2431
Buscando las tres perrillas,
te retiraste de mí;
si el dinero se acabara:
¡cielos, qué sería de ti!
2432
Con un Juan me he de casar
aunque sea pobrecito;
porque Dios sabe a su casa
y lo puede poner rico.
2433
En el pie de los perales
me puse a considerar:
vaya los duros que vale
una muchacha apañá.
2434
Me despreciaste por pobre
y ahora que me ves te pesa;
apáñate con tus bienes
que yo no quiero riqueza.
2435
Me dijiste que era pobre
y en el alma lo sentí;
si yo tuviera dinero
no me apreciaría de ti.
2436
Me lo ha dicho un chico guapo
que no tiene una peseta,
pero se le ven los guantes
por la manga la chaqueta.
2437
No quisiera más caudales
que dormir contigo, cielo,
y por cabecera echarme
las trencitas de tu pelo.
2438
Por falsa y por retrechera
mis ojillos te han de ver
de puerta en puerta pidiendo
limosna por un Debel
2439
Primos hermanos se casan
todo lo allana el dinero,
nosotros nos casaremos
que somos primos terceros.
2440
Si por pobre me desprecias,
en eso llevas razón,
yo desprecio a muchos ricos
por pobres de corazón.
2441
Te fuiste y me dejaste
por ambición del dinero,
con lágrimas regarás
tus trajes de terciopelo.
2442
Tu madre lo quiere rico,
a Sevilla puedes ir,
que allí están los señoricos,
niña, pero no por ti.
2443
Tu mare a mí no me quiere
porque no tengo dinero,
pero tengo un automóvil
que me lleva adonde quiero.
Retrechero, mezquino, miserable
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