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19. TODO LO QUE TENGO ES CUERPO (I)
Los ojos, como espejo del alma.
© Enrique Alcalá Ortiz
Lo más cercano a nuestro pensamiento es nuestro propio cuerpo y cuando se nos acercan los otros, lo que se nos acerca es su cuerpo. Cuerpos repetidos, indiferentes, las más de las veces no nos molestamos en ver siquiera, mucho menos en mirarlos. Sin embargo no todos son así. Hay algunos que, siendo iguales a los otros, para nosotros tienen una importancia especial, y es entonces cuando aquellos cuerpos amorfos e indefinidos, desenfocados a nuestros ojos, empiezan a tomar nitidez y se nos van aclarando conforme los observamos.
Es el momento de encontrarse con los ojos: espejo del alma y lengua del sentimiento; faros que alumbran al amante en la noche oscura; cuadros multicolores de iris que cautivan; mensajeros de conversaciones sin ruido; traicioneros como los bandoleros de la tierra; asesinos capaces de matar con la mirada; cerillas con fuego suficiente para encender cigarrillos.
Es el momento de encontrarse con el corazón: maleta que sirve para llevar al amante; vaso de las lágrimas amorosas; órgano que se compra y se vende como si fuera una mercancía; guitarra que canta de alegría cuando está contento; juguete en manos del amado o de la amada y víscera que se duplica según la persona con quien se habla.
Es el momento de encontrarse con esa carita rosa, con esa boca blanca y pura, con esos labios que quitan el sentido, con esa nariz de caramelo y con esos dientes parecidos a chinas de río.
Es el momento de encontrarse con ese color moreno y gracioso, ese moreno, resultado de tantos abrazos con el sol, moreno que se adora solamente por su pigmentación; es el momento de encontrarse con una morena más salada que la mar.
Es el momento de encontrarse con ese color rubio, hilos de oro, cascada amarilla, que se convierte en rubia peligrosa o en rubia adorada.
Es el momento de acercarse a otro cuerpo, con otros ojos, con otro corazón, con otra piel.
1. Ojos
2212
Abre mucho esos ojitos
que son dos focos de luz,
ya que pa mí sólo es día
cuando me los echas tú.
2213
Abre un poquito los ojos
y mírame cara a cara,
porque en los días de invierno
un rayo de sol agrada.
2214
A la niña de mis ojos
le tengo que regañar,
porque al verte por la calle
no te tengan que mirar.
2215
Anoche llevé mis ojos
dentro de una platería
y se apagaron las luces
por el contacto que hacían.
2216
Anoche sin darme cuenta
la luna se había eclipsado,
eso lo hicieron tus ojos
que en ella se habían clavado.
2217
Aunque te subas al cielo
y te tapes con las nubes,
te tengo que conocer
por tus ojitos azules.
2218
Con esos ojos gachones
que pones cuando me miras,
yo no sé como los pones
que hasta el alma me cautivas.
2219
Cuando dos se quieren bien
y no se pueden hablar:
los ojos sirven de lengua
para más disimular.
2220
En la niña de tus ojos
hizo una paloma un nido,
y salieron los pichones
con los ojos adormidos.
2221
La calle en la que vives
no necesita faroles,
porque tus ojillos negros
iluminan corazones.
2222
Los ojitos de mi cara,
¿quién me los quiere comprar?,
los vendo por traicioneros
que no saben camelar.
2223
Los ojos que a mí me miran
y los que me han de mirar,
y los que son de mi gusto
en esta ciudad no están.
2224
Madre, madre, que me matan,
yo no me puedo valer;
son dos negros asesinos
los ojos de esta mujer.
2225
No me mires que me matas,
me partes el corazón,
con esos ojillos negros
tan alegres como son.
2226
No me mires que me matas,
no me mires que me muero,
que tienes electricidad
en esos ojillos negros.
2227
Ojitos de golondrina,
no me niegues tu querer,
que yo he de minar la tierra
sólo por venirte a ver.
2228
Ojos de color de cielo
azules como los míos,
no pierdas las esperanzas
que yo no las he perdío.
2229
Que no me miren tus ojos,
que no me miren por Dios;
que el médico me ha mandado
que no me dé mucho el sol.
2230
Si con el mirar te ofendo
me lo mandas a decir,
yo me vendaré los ojos
por no darte que sufrir.
2231
Tienes unos ojos, niña,
tirados a la humildad,
que a todo el que miras matas
y a mí la vida me das.
2232
Todos los ojitos negros
los van a prender mañana,
y tú que negros los tienes
échate un velo en la cara.
Véase la copla número 470, tomo I.
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