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13. ANTOLOGÍA DE PERCY. (José Madrid Mira-Perceval) (IX)
Y con las poesías: "Cuatro campanitas", "Irreverencia", "Anécdota", "Exceso de equipaje", "El Peñón", "Buen estirón".
© Enrique Alcalá Ortiz
CUATRO CAMPANITAS
Cuatro campanitas llevan mis hermanos
en noche callada,
cuatro campanitas que vienen tocando
por la madrugada.
En esas noches de mi verano
como en las noche que son de enero
alegres siempre, vienen cantando,
los hermanitos campanilleros.
Cuatro campanitas llevan mis hermanos
en noche callada.
Cuatro campanitas que vienen tocando
en la madrugada.
Ni a frío ni a nieve ellos le temen
pero tampoco a temporales,
y van cantando, mientras tú duermes,
dulces canciones angelicales.
Virgen de la Aurora, con fervor te pido,
por esos valientes.
Que en noches calladas, cuando esté dormido
ellos me despierten.
Pido que nunca desaparezca
la más hermosa y fiel tradición
que aquel que nazca, conforme crezca,
la madre enseñe tan gran canción.
Virgen de la Aurora con fervor te pido
por esos valientes.
Que en noches calladas, si estamos dormidos
ellos nos despierten.
Cuando yo tenga que bien morir,
cuando me llegue tan triste hora,
en mi agonía quiero sentir
a mis hermanos, los de la Aurora[1].
IRREVERENCIA
Se quejaba y con razón
nuestro anciano sacerdote
de la poca devoción
durante misa de doce,
de alguna que otra reunión.
Lo que no hacen los obreros
lo hacen los señoritos;
eso no es de caballeros.
¿Es que resulta bonito
en el altar los sombreros?
¿Y esa tertulia indecente
apoyada en el altar,
es una cosa corriente
entre gente principal?
¿Su incultura no es patente?
Lleva pues mucha razón
nuestro bueno don José
en llamarles la atención.
¡La tertulia en el café!
¡En la iglesia devoción![4]
ANÉCDOTA
Un caso les contaré
de un hombre muy conocido,
tanto de la gente bien
como del «no distinguido»
popular un cien por cien.
Su gran popularidad,
sin duda la borrachera,
que tenía sin cesar
lo mismo en un día cualquiera
que en las fiestas de guardar.
Amigo de cazadores
por ser muy aficionado,
se lo llevan los señores,
mal o bien asalariado,
a las cacerías mejores.
A éste, liga un arroyuelo;
a aquél, un puesto levanta.
Él, hace de despensero
y con muy buena matanza
arregla siempre el puchero.
En una cierta ocasión,
y cuidando del cocido,
me cogió tan gran tablón
y quedándose dormido
el coci se hizo carbón.
Una buena regañina
se ganó por su descuido
en materia de cocina,
y el hombre muy compungido
se excusó con gracia fina:
¡Esto es para suicidarse
con las vueltas que le he «dao»!
¡Son más de mil en la tarde,
y aunque estaban «disjustaos»
no era cosa de pegarse!
EXCESO DE EQUIPAJE
El pueblo está en fiestas
y ha ordenado el cura
que en ventanas y puertas
pongan colgaduras.
Que sobre las once
habrá un buen sermón
y al llegar la noche
la gran procesión.
Que en la Plaza pública
anuncie un cohete
la banda de música
que manda Alcaudete.
El Alcalde ordena
para su traslado,
que el que burro tenga
tiene que prestarlo.
Va la caravana
camino adelante
a la Estación cercana
por los musicantes.
En la caravana
va el «tío» Federico
que no quiere nada
más que su borrico.
Llegan los acemileros
hasta la misma Estación
y allí de los forasteros
hacen la distribución.
El hombre del pito gordo
le toca al «tío» Federico
que con trompetón y todo
se monta sobre el borrico.
Mi hombre al ver tanto peso
sobre su pobre animal
protestando del exceso
así se sabe expresar:
Yo he «prestao» el borrico mío
«pa» montarse uno zolito
si ha de zubirse este «tío»
pues que vaya andando el pito.
EL PEÑÓN
Hace días un gran señor
que venía de Gibraltar
pretendía con primor
un buen puñado pasar
de piedras de encendedor.
Escondido en el sombrero
quería pasar el alijo
y al ver al carabinero,
que dio con el escondrijo,
le dijo así con salero:
?Yo le aseguro y afirmo
que no soy contrabandista,
de tal oficio, un abismo,
ni tampoco estraperlista,
trabajo por patriotismo.
Por defender mi nación,
así se evitan las guerras
sin disparar un cañón,
a puñaditos de piedras
¡me traigo a España El Peñón!
BUEN ESTIRÓN
Un maestro aleccionaba
a un jovencito aprendiz
de como se rasuraba
un cliente que había allí
con edad más que avanzada.
Tú te fijas bien en mí:
la piel bastante estirada
todo cuanto dé «de sí»
y la navaja inclinada,
pero nunca de perfil.
Hecho ya el aprendizaje
quiso el joven debutar
con un pobre personaje
de más años que «un palmar»
y arrugado cual un traje.
Diole jabón con esmero,
la navaja suavizó
y le estiró tanto el cuero
que, cuando acordó, salió
por el cuello un agujero,
¿Tiene usted una cicatriz
aquí por debajo, amigo?
Niño no es la cicatriz,
¡Tú no ves que es el ombligo
que me sacas por ahí!
?Adarve?, número 66, 3 de enero de 1954.
?Adarve?, número 68, 17 de enero de 1954.
?Adarve?, número 71, 7 de febrero de 1954.
?Adarve?, número 73, 21 de febrero de 1954.
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