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08. VIVIR APASIONADAMENTE VIOLENTO
Contiendas a palo limpio.
© Enrique Alcalá Ortiz
A éste/a le falta poco para sentar plaza de enfermo incurable en un manicomio:
A la calle tiro piedras
al que le dé que perdone,
tengo la cabeza loca
de tantas cavilaciones.
Canta la mujer pidiendo la vida a pesar de sus fatigas continuadas:
No me mates, no me mates,
déjame que viva, viva;
déjame que pase, pase,
en este mundo fatigas.
Se concretiza un territorio, donde las mocitas defienden a palo limpio la posesión de los mozos del lugar:
A las Sileras me voy
aunque me den con un leño,
por ver si puedo traerme
un muchacho silereño.
Se ríen de los mocitos que son todo apariencias a pesar de su aspecto de machotes:
Los mocitos de hoy en día
presumen de pañuelazo,
de navaja en el bolsillo
y los trepan de un guantazo.
El hombre le contesta con guasa, sacando a colisión su cultura bíblica al poner de manifiesto la creación de la mujer de una costilla del hombre. Con una lógica de risa, se razona:
De la costilla del hombre
hizo Dios a la mujer,
como la costilla es nuestra
se la podemos romper.
*
De la costilla del hombre
hizo Dios a la mujer,
para dejar a los hombres
ese hueso que roer.
Ahora la calle se convierte en escenario violento donde aparecen las armas de fuego o blancas para dirimir verdaderas peleas de amor y odio, base, por otra parte, de famosos romanceros de poetas encumbrados:
En esta calle se suena
que me han de matar de un tiro;
nunca llueve como truena,
en esta esperanza vivo.
*
Esta noche es la noche
del desafío,
¡quiera Dios que no llegue
la sangre al río!
*
Esta noche ha de llover,
que esté raso que esté nublo;
han de llover buenos palos
en las costillas de algunos.
Lo que era anuncio, se convierte en realidad:
Levántame la chaqueta
y mírame hacia el costado,
y verás por tu querer
que puñalaíta me han dado.
O se convierte en broma en esta quintilla de los troveros:
Esta noche vengo ispuesto
a que me den una zurra,
porque un amigo me ha enviao
a que le cante a esa burra
y al rucho que tiene al lao.
La gota que hace rebosar el vaso de este estado latente de violencia es esta historia, sin saber concretamente la causa del maltrato y con un final sorprendente:
A un viejo maltraté
cuando iba por la calle,
y cual sería mi sufrir
cuando después comprobé
que aquel hombre era mi padre.
La culpa ante tal desatino se describe admirablemente:
Al que maltrata a sus padres
lleva una soga arrastrando,
y cada paso que da
la soga se va pisando.
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