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13. PUCHEROS DE MADRES Y SUEGRAS
Vivir juntos es muy delicado.
© Enrique Alcalá Ortiz
Si bien ya hemos vistos algunas coplas alusivas a las suegras, hacemos un apartado especial por la fuerte incidencia que tenían dentro del Cancionero, y esto era así porque era normal que los recién casados vivieran en la misma casa de uno de los cónyuges. La frase ?el casado, casa quiere? no era posible aplicarla en la mayoría de los casos, ya que los recursos económicos eran muy escasos:
La suegra se opone al noviazgo por diversas razones. Una de ellas es la edad de la novia elegida por su hijo:
Mi suegra a mi no me quiere
porque dice que soy vieja,
que le pregunte a la col
si es buena la pringue añeja.
Y otra, muy importante entonces, por no saber coser. Habilidad imprescindible en una sociedad donde la ropa su usaba hasta que se caía a pedazos.
Mi suegra a mí no me quiere
porque yo no sé coser,
que le pregunte a su hijo
si me podrá mantener.
La convivencia obligada dentro del hogar, provoca los deseos más disparatados, usados como escape y con ganas de provocar la carcajada en el auditorio:
A mi suegra la encontré
al volver de una esquina,
me creí que era una zorra
comiéndose una gallina.
*
A mi suegra la puse
en un plato fino;
se la comieron los gatos
creyendo que era tocino.
*
A mi suegra la metí
de cabeza en una olla,
y salieron los garbanzos
pidiendo misericordia.
*
A mi suegra la metí
de cabeza en un puchero,
y los garbanzos que había
asustados se salieron.
A veces, la madre, como suegra, hace propaganda dañosa de su hija:
Cuando paso por tu puerta,
paro la burra y escucho,
oigo decir a tu madre, que eres guarra y comes mucho.
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