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11. ODIOS Y DESEOS DE BUENA Y MALA UVA
¿Es posible usar la comidad como arma arrojadiza?
© Enrique Alcalá Ortiz
El rechazo más numeroso se lo lleva la suegra. La pobre sale perdiendo sólo por el hecho de querer a las entrañas de su carne:
Desde aquí estoy divisando
a mi suegra cuando come
y le estoy pidiendo a Dios
que con un hueso se ahogue.
A nadie le gusta que lo engañen, y en asuntos de amor, mucho menos:
Compañerita del alma,
a mí no me gusta el queso;
si lo quieres comprender
bastante tienes con eso.
*
Una cuchara de cuerno
me dieron pa que comiera;
con ésa no como yo
hasta que mi mujer quiera.
Se critica la tardanza de las matronas en acudir al parto, haciendo la hipérbole más exagerada:
Mi madre me parió a mí
debajo de una higuera;
cuando vino la comadre
yo estaba comiendo brevas.
En alguna ocasión, son indicaciones meramente explicativas:
Conmigo no hay quien apueste
ni un rosco ni un mantecao,
que esos dos que hay ahí
uno y otro se han juntao.
Son frecuentes los consejos y las exhortaciones. Una moza al ver el mozo con el cabello largo, quiere darle un real, (veinticinco céntimos de aquellas pesetas), para que se corte el pelo, y con los habitantes de su cabellera haga un guiso:
Toma un real y te pelas
que ya viene la calor;
te quitas de lo más gordo
y lo guisas con arroz.
Ante la escasez de novios que son enrolados en los batallones del ejército, no queda más remedio que la fabricación de un sustituto:
Mozuelas, si queréis novio
hacedlo de mazacote
que estos mozuelos de ahora
se los llevan para el Norte.
Las sobras, por muy excelentes que sean, nadie las quiere:
A mí me llama si sobra,
y yo si sobra no como;
en la casa de mi novia
si no me lo dan, lo tomo.
*
A mi me llama si sobra,
y yo si sobra no quiero;
plato de segunda mesa,
se lo pones a tu abuelo.
Se dan consejos para el mozo remolón que no viene con buenas intenciones:
No te fíes de los hombres
aunque los veas sufrir,
que son como los fideos
que se tragan sin sentir.
Pero el muchachuelo no se calla:
De las costillas de Adán
hizo Dios a la mujer,
por eso tienen los hombres
ese hueso que roer.
Y pone condiciones imposibles para la unión:
Para que yo me casara,
sirviera de medicina
que las mujeres comieran
tallos de ramón de encina.
A pesar de esto, casi todos pasan por el aro. Entonces aparecen otros problemas:
Anda, vete, casada,
con tu marido,
come con la cuchara
que has escogido.
Se queja la mujer:
Al revés de las gentes
es mi marío,
cuando pongo potaje
quiere cocío.
Y se queja el hombre:
Tú no me lavas la ropa,
tú no me das de comer;
tú no me limpias el cuarto,
¡vete a paseo mujer!
Afortunadamente, no todos los deseos son de mala sangre, hay otros muchos más finos:
Con besos de mantequilla
y lágrimas de jamón
te mando en una tortilla
envuelto mi corazón.
*
Los cabellos de una rubia
dicen que no tienen veneno,
me los tengo que comer
aunque reviente con ellos.
Deseos que se convierten en ensanche del alma cuando algo bonito está a su vera. Entonces aparece el piropo:
Es mi mujer más bonita
que los reales de a ocho,
más blanquita que la nieve
y más tierna que el bizcocho.
Piropo contestado tan finamente con esta lección de urbanismo, educación y dieta al mismo tiempo:
Fíjese usted, señorito,
lo que le voy a contar:
hablar bien y carne de ave
a nadie le sienta mal.
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