-
09. FLORA DE LA SIERRA
Plantas de nuestros montes.
© Enrique Alcalá Ortiz
El bajón en su estado de ánimo por el que pasa don Paco, porque además de recibir las calabazas de Juanita, en una escena equívoca, sorprende a ésta en una actitud confusa con don Andrés, el cacique del pueblo, lo aprovecha Juan Valera para describir la parte del paisaje que le queda del pueblo donde se crió. Don Paco, en un ataque de celos, se echa una bolsa al hombro y abandona su casa, sin decir nada a nadie y sin rumbo fijo. La negrura y confusión de los pensamientos, se contrastan con el ambiente que se va describiendo mientras abandona el pueblo y se encamina a la sierra. Es primavera y junto al murmullo del agua fresca al borde de las acequias hay violetas y variadas clases de flores silvestres, además de manzanos y otros frutales en flor. El campo es una alfombra de pintada de verde. Ya en la sierra peñascosa, la flora cambia bruscamente. Está pelada de vegetación, "sólo cubierta a trechos de maleza y ásperas jaras, de amargas retamas, de tomillo oloroso y de ruines acebuches, chaparros y quejigos". Cuando baja del monte da en una estrecha cañada formada por el declive de dos cerros. Allí discurría un arroyuelo circundado de espadaña y verdes juncos. "Algunos alerces y gran abundancia de mimbrones daban sombra a aquel lugar y lo hermoseaban frondosas adelfas, cubiertas de flores rojas, y no pocos espinos, escaramujos y rosales silvestres, llenos de blancas y encarnadas mosquetas." Aquí don Paco hace lo que hoy llamamos un pequeño "picni". Saca unos pedazos de lomo de orza y repone fuerzas. Como bebida, toma agua del arroyo, no sin añorar la bota con vino de su bodega.
Para esta ocasión nos dice el Cancionero:
Al pie de una hermosa fuente
me puse a llorar por ti;
al árbol que me escuchaba
se le secó la raíz.
El poeta del pueblo no se olvida de la flora salvaje del llano y de la sierra. Veamos algunas especies:
Hinojo:
Eres alto y delgado
como el hinojo;
lo que tienes de alto
tienes de flojo.
Esparto:
Estando mi madre en misa
no vengas, guapo,
que te atranco la puerta
con un esparto.
Amapola:
Eres como la amapola
que coloradita nace;
eres como el caramelo
que en la boca se deshace.
Mimbre:
Bien me lo decía a mí
que tu querer no era firme;
que tú te tambaleabas
como el pájaro en la mimbre.
Culantro:
En el campo hay una yerba
que la llaman el culantro,
no te hagas tan persona
que no te mereces tanto.
Retama:
Una suegra de azúcar
dicen que amarga,
¡qué será de la mía
que es de retama!
Romero:
Por la calle que pasan
los arrieros,
el polvillo que sueltan
huele a romero.
Moras:
Porque niegues que me quieres
el sueño no se me quita,
que la mancha de la mora
con otra verde se quita.
Palmito:
Mi madre lo quiere alto
y yo lo quiero bajito,
con vara y media de tela
lo pongo como un palmito.
Esparraguera:
Una vez que no hubo otoño,
ni invierno, ni primavera,
a una mocita en el moño
la salió una esparraguera.
Alhucema:
Aunque te desahumen
con alhucema,
eres zapaterito
y hueles a suela.
Más tarde, don Paco, arropado por la sombra de los árboles y arrullado con el sonido del arroyo, echa una siesta. Después de la siesta prosigue su desesperado deambular y da con una extensa nava donde crecía mucho heno, grama abundante y a trechos intrincados matorrales. A lo lejos se levantan pinos, hayas y encinas.
2444 Veces visto -
|
|