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08. LA FUENTE DEL EJIDO
El encanto de las fuentes en el Cancionero.
© Enrique Alcalá Ortiz
En Villalegre, se disfrutaba de su nacimiento de agua al que se llegaban las mozas con sus cántaros para proveer su vivienda, sirviendo de riego para las numerosas huertas, haciendo al mismo tiempo los alrededores del lugar frondosos, amenos y deleitables. En dos pilares a diferentes alturas abrevaban todas clases de animales domésticos. Ocultado al público se había construido un espacioso albercón donde lavaban las ropas las mozas metidas en el agua hasta las rodillas y con las faldas levantadas. Cerca de este albercón hay un vallado de seto vivo de zarzamoras, granados y madreselvas y sobre el cual ponen la ropa a secar. Había poyos al pie de los frondosos pinos y mimbreras en los que solían sentarse caballeros y damas que salían de paseo casi todos los días a pasar un rato de tertulia y conversación.
La riqueza de aguas del lugar se completaba con otros caudalosos veneros que "brotan entre las rocas al pie de la inmediata sierra, y a varias norias y a no poco pozos de agua dulce, con los cuales se riegan huertos, macetas y arriates".
Esta riqueza de veneros de nuestra tierra se había de traspasar a la cultura popular. Nuestro Cancionero es pródigo en copletas con referencias al agua, a las fuentes, y sobre todo a los ríos. Los tópicos son muy variados y numerosos:
Camino de la fuente del río, las chicas cantan, en un rasgo de sinceridad:
Las muchachitas de Cabra
cuando van por agua al río,
se dicen una a otras:
¿cuándo tendremos marío?
Cuando ven a la moza con el cántaro en la cadera, los mozos le cantan:
Cuánto daría por ser
tu cantarito de barro,
pa ir por agua a la fuente
sujetito de tu brazo.
Ellas a coro le dirían:
Si te quieres venir, vente;
yo me voy a divertir
con los caños de la fuente
y viendo el agua salir.
Con la réplica:
Tu querer es como un pozo
que cuesta sacar el agua,
y el mío como una fuente
que ella sola se derrama.
Otro se goza con un mal augurio:
Déjala que vaya y venga
al pilarillo por agua,
que puede ser que algún día
en el pilarillo caiga.
Ya en la fuente sigue el acoso:
De esta fuente yo bebiera
aunque no tuviera sed,
si supiera que han bebido
los labios de mi querer.
*
A la samaritana
le pareciste,
cuando te pedí agua
tú me la diste.
*
Puse la boca en un caño,
se me llenó de agua fría;
hasta el agua que yo bebo
la bebo con alegría.
Ella se pone en guardia:
El señor nos libre
del agua pará,
porque en la corriente
se ve lo que va.
Le recrimina sus comentarios:
La zarza que en el río nace
de verde se va vistiendo;
por delante buena cara,
por detrás, me vas vendiendo.
Diciéndole con la boquita cerrada:
Calabazas, calabazas,
calabazas por el río,
calabazas tengo yo
para los hombres corríos.
Si al final, consigue doblegar la voluntad, la moza feliz se explaya:
Te quiero con más fatigas
que arenas llevan los ríos,
contrimás arenas llevan
más te quiero, dueño mío.
En caso contrario, el pretendiente desvaría de esta forma:
Anda vete, mujer tuna,
que no quiero yo beber
más agüita en tu laguna.
*
Si te vide o no te vide,
si te vide no me acuerdo;
no sé si estabas lavando
o en el romero tendiendo.
*
En el pilar de la baba,
lavaba la niña mía;
como lavaba la baba,
la baba se le caía.
Pero la vida tiene su cruz:
El día que te di el sí,
te lo di al lao la fuente,
y como fue al lao del agua
se lo llevó la corriente.
Y su fatalismo:
Tu pensamiento y el mío,
tu querer y mi querer,
son como el agua del río
que atrás no pueden volver.
Al final, ya sabemos que tanto va el cántaro a la fuente que acaba quebrándose:
Mi madre me mandó
por agua al río,
como era cuesta abajo
quebré el botijo.
¡Qué venga, qué venga
mi madre a ver
si el agua derramada
se puede recoger!
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