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04. TERRENO DE HUERTAS
Y de buenas huertas.
© Enrique Alcalá Ortiz
Don Paco poseía igualmente dos hazas que producían los garbanzos más tiernos y mantecosos de toda la provincia.
Dice el Cancionero, jugando con el significado de lagartija y lagarto:
A la orilla de una río,
garbanzos verdes,
qué buenas lagartijas
son las mujeres.
Yo no me espanto,
que los hombres
sean unos lagartos.
Se divierte también a costa de la suegra:
A mi suegra la metí
de cabeza en un puchero,
y los garbanzos que había
asustados se salieron.
Por su condición de hombre influyente y mano ejecutiva del cacique, don Paco "alcanzaba favor entre los hortelanos y verduleras, quienes solían enviar a sus casa, para su regalo, según la estación, ya higos almibarados, ya tiernas lechugas, ya exquisitas ciruelas claudias o ya los melones más aromáticos y dulces".
El oficio de hortelano, hoy en trance desaparecer en muchos pueblos de la Subbética, era entonces una de las ocupaciones básicas de los mozos de nuestra tierra, por lo que la moza cantora de corros tendría que traerlo a sus canciones de una forma habitual, porque a fin de cuentas, con frecuencia, acabaría eligiendo a un hortelano para formar pareja:
A mí me ha salido un novio
de las huertas de Alcaudete,
que todo el mundo los sabe
menos la madre y su gente.
*
Hortelanito es mi padre,
hortelanito es mi hermano;
y hortelanito ha de ser
el que mí me dé la mano.
*
En el jardín del amor
yo he servido de hortelano,
he sembrado pensamientos
y he recogido desengaños.
De la misma forma los productos de huerta aparecen dentro del contexto temático más variado:
Las nueces como deseo de amor:
Hortelano de huerta,
tírame nueces;
tíramelas a pares
cuatro en dos veces.
Como motivo de guasa y broma, uno de los temas punteros de Cancionero:
Todos los hortelanos
son patiabiertos
por no pisar las matas
de los pimientos.
Como observación con doble sentido:
No te extiendas verdolaga
y recógete un poquito,
que no es la huerta tan grande,
ni el hortelano tan rico.
Como retrato de una realidad social:
Ya se está poniendo el sol
y la sombra en los terrones:
los amos se ponen tristes
y se alegran los peones.
Y cómo no, con pena por la ausencia del amado:
Desde que se fue mi Pepe
la huerta no se ha regao,
la yerbabuena no huele
y el perejil se ha secao.
Que nos hace recordar la jarcha, del siglo XI, composición poética que creara en el siglo IX Mocá-dam, poeta árabe de Cabra:
Mi corazón se me va de mí,
oh Dios, ¿acaso se me tornará?
¡Tan mal me duele por el amado!
Enfermo está, ¿cuándo sanará?
Las referencias a los productos de la huerta son tan numerosas como los productos que en ella se cultivan. Solamente con ellas tendríamos para varias horas:
Es mi suegra una cebolla
y mi suegro un cebollino,
y la prenda que yo adoro
el reculo de un pepino.
*
Tu madre a mí no me quiere
porque dice que soy vieja,
que le pregunte a la col
si es buena la pringue añeja.
*
No hay aliño como el ajo,
ni fruta como el madroño;
ni conversación más tonta
que la que tienen dos novios.
*
Los mocitos de hoy en día
no pueden comer batata
porque se le cae la baba
y se manchan la corbata.
*
A la entrada de Lucena
hay un molino que muele
perejil y yerbabuena.
*
Carnaval, carnaval,
vengo de mi melonar,
traigo melones maúros
y sandías colorás.
A estos productos, le podemos añadir las habas, cebolletas, grama, higos, naranjas, limones, calabazas, avellanas, nueces, manzanas, tomates, cogollos, azafrán, pendejos, guindillas, etc.
De la misma forma los árboles de nuestro entorno tienen su sitio en las coplas del pueblo:
Higuera:
Eres como las higueras
que se crían en la umbría;
si echan higos se asolanan,
y si brevas, no las crían.
Almendro:
Pajarito no cantes
en el almendro,
que despiertas a mi novia
que está durmiendo.
Laurel:
Si me muero, que me entierren
a la sombra de un laurel,
y de velas que me pongan
los ojillos de Manuel.
Guindo:
Amor mío corta un guindo
y arrímalo a la pared;
cuando el guindo eche guindas
entonces te olvidaré.
Cerezo:
En tu cara sembré un guindo,
y en tu ventana, un cerezo;
cada guindita, un abrazo,
cada cerecita, un beso.
Peral:
En los pies de los perales
me puse a considerar:
vaya los duros que vale
una muchacha apañá.
Manzano:
En tu puerta puse un guindo,
en tu ventana, un manzano,
sólo por verte coger
manzanitas con tus manos.
Ciruelo:
Yo vide un hombre llorar
a la sombra de un ciruelo,
que los hombres también lloran
cuando no tienen sombrero.
Limón:
Asómate a la ventana,
cara de limón florío,
y dale las buenas noches
a tu amante que ha venío.
Nogal:
Dentro de mi pecho tengo
una cama de nogal;
aquél que se acueste en ella
Antonio se ha de llamar.
Granado:
Yo vide a un hombre llorar
a la sombra de un granao,
que los hombres también lloran
cuando se ven despreciaos.
Palmera:
Es mi suegra una palmera
y mi suegro un palmerito;
mi cuñada es una rosa
y mi novio, un capullito.
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