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17. EL BODEGÓN DE MI MESILLA DE NOCHE
© Enrique Alcalá Ortiz
Sobre mi mesilla de noche,
-compañera silenciosa de siestas estivales y huidas nocturnas-,
se forman dos bodegones
en su losa de mármol amarillo y vetado de rojo
con la que cubre sus maderas de pino
pintadas de color caoba.
Durante el día, un tapete de ganchillo,
-obra artesanal de mi mujer en horas de estufa y televisión-
fabricado con diminuta aguja picuda e hilo marfileño
pone un encanto de celosías
y paisaje floral.
Encima de él, una lámpara,
estilo imperio,
-como los muebles del dormitorio-
lagrimea cristales de brillos eléctricos y dorados.
A una cuarta exacta,
(más o menos),
un perseverante reloj despertador
manosea sus manecillas luminosas
y salta estruendoso cuando me señala la hora
que mucho antes le había programado.
Su pestaña superior es esparadrapo
a timbrazos destemplados.
Siempre la oprimo con ganas,
sin preguntarme jamás la alegría de esta acción.
Porque más suave
es el timbre digital de teléfono inalámbrico
que afortunadamente guarda reparo en mis horas
nocturnas pues sólo da
signos de vitalidad con sus dos pilotitos
-uno verde y otro rojo-
de luz suficiente para mis ojos cerrados.
Ante este cuadro diario y permanente,
a la hora del sueño nocturno
se unen otros objetos de la necesidad física
o de la edad cronológica.
Un vaso de agua, siempre mineral,
para en horas tempraneras humedecer bocas resecas
que han permanecido abiertas en un signo de admiración.
Abiertas, precisamente, cuando los ojos se cierran,
para agarrarse a la vida que ya inconscientemente se sueña.
Y unas gafas de la presbicia,
como calendarios de edad
en mis ojos oculares ya flácidos y decadentes.
A estas necesidades corpóreas
-podríamos decir-
del paladar y la vista,
se suma un pequeño y humedecido hueso de cereza
que durante todo el día de vela
-excepto comiendo y en la siesta-
se humedece en la boca
aplacando inquietudes
de un hábito de fumador
ya desechado.
Y como no, un libro, o dos, de poemas:
Alberti, Juan Ramón, Aleixandre, Lorca,
Ángel González...,
y muchos otros menos sonados
pero igual de intensos y evocadores.
Con todos estos objetos de mi mesilla
mis necesidades están cumplidas en parte.
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