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08. ENCARNITA
El día de jubilalción de una gran amiga.
© Enrique Alcalá Ortiz
Te sonarán bien o mal:
los permisos y vacaciones
las pastillas e inyecciones
y la Seguridad Social
En tu lenguaje habitual
están la sala de espera,
médico de cabecera
y los auxilios primeros.
Los enfermos y enfermeros,
o un paciente cualquiera.
El agua oxigenada,
la buena penicilina
la rápida anfetamina,
la salida y la entrada,
la gente apelotonada,
los enfermos protestones,
días de sustituciones,
el sufrido ambulatorio,
la frialdad del escritorio,
las risas y los sofocones.
Contentar al boticario,
hacer miles de recetas,
ordenar las mil carpetas,
preparar lo necesario.
Escuchar al mandatario,
obedecer doctamente
al cuerdo y al demente
en las horas de consulta.
A todo esto faculta
tu profesión, ciertamente.
UNA ALEGRÍA INFINITA
Llega la jubilación
para que dejes la bata
de esa larga caminata
que ha sido tu profesión.
Tuviste por galardón
una alegría infinita
que hizo de ti, Encarnita,
una buena compañera,
la bella flor almizclera
que perfumó la visita.
ERES GRAN SEÑORA
Lecturas forman tu ser
y los sueños emprendedores.
Tocaste bien los tambores
de tu encanto de mujer.
Siempre supiste envolver
los ratos de compañía
con la fina celosía
de tu risa seductora.
Nani, eres la señora
de toda la enfermería.
LA AMISTAD DE TODOS
Luces azules de luna
iluminen tus jornadas.
Que las más dulces baladas
se acomoden en tu cuna.
Que en multitud, la fortuna
te llene de felicidad
y que la mensualidad
la gastes alegremente.
Y cuenta eternamente,
de todos, con su amistad.
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