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02. CABALGATA DE LAS BODAS DE PLATA
Bodas blancas y de plata
© Enrique Alcalá Ortiz
Caballos de crines blancas
bajan camino los Prados
enjaezados de fiesta
y con trote acompasado.
Orgullo de estampa y feria,
y relucientes sus cascos
que suenan como guitarras
su roce con el asfalto.
Sobre el sudor de sus lomos
y en sus alforjas de esparto
dos novios cabalgan juntos
con sus cuerpos enlazados.
Rafael y Mara visten
sedas y finos damascos
y cambiaron sus espuelas
por un manojo de nardos.
Los anillos de sus bodas
son diamantes en sus manos
pues dan celos a la luna
que nos da luz los veranos.
Los olores de la albahaca,
aromas de palosanto,
y fragancias de dompedros
unidos forman un bálsamo
con el que cubren su cuerpo
estos dos recién casados
que ante la Soledad santa
su promesa han renovado.
Embalsaman los sentidos,
los colores azulados
vistiendo de verde y sombra
los amarillentos campos.
La noche aunque sigue noche
por un día se ha cambiado,
así de intenso es el brillo
que dan los enamorados.
Su deseo pierde el rumbo,
pues se sienten transportados
a paraísos de ensueño,
a nirvanas de descanso.
Sobre las crines de noche,
caballos acompasados
se perfuman con los besos
de los novios abrazados.
En la vuelta del camino
salta un lucero en lo alto,
por un momento se para
el trote de los caballos.
Rafael y Mara miran
los buenos años pasados.
Cuando ellos se conocieron
cuando eran unos muchachos,
el día a día en la casa
o en la fábrica ocupados;
cuando se dieron el ?sí?,
el día que se casaron,
las penas, las alegrías,
el trabajo y el descanso.
Sus hijos Alberto y Mara
como frutos bien logrados
son ramas de este linaje
de su ennoblecido árbol.
Hijo e hija son sus focos,
hija e hijo su milagro,
Alberto y Mara su anhelo,
hijo e hija un regalo
que el buen Dios les concedió
para cumplir su mandato.
En un choque de repique,
los cascos sobre el asfalto
componen músicas bellas
con instrumentos de encanto
en las bodas celebradas
después de veinticinco años.
Sus manos finas esconden
dentro de un joyero mágico
las lágrimas que sus ojos
de alegría han derramado.
Las yeguas se pierden lentas
mientras los novios soñaron
que en las sus bodas de oro
vuelvan de nuevo a los Prados.
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