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10. SIEMPRE FUISTE ADMIRACIÓN (II)
Soleares de amor.
© Enrique Alcalá Ortiz
223
Te mostraste cenicienta,
pero yo siempre te vi
como una joven princesa.
224
No necesito permiso
para pasar por tu puerta
y mirar de reojillo.
225
Por esto me he levantado,
porque me pinchan las carnes
cuando me pongo a tu lado.
226
Eres más lista que el hambre
que corroe los sentidos
de la mañana a la tarde.
227
Una máscara de cera
no tienes por qué ponerte
porque veo que la llevas.
228
Todos los días pensando
dónde estará el camino
que me lleve hasta tu cuarto.
229
La puerta de tu querer
he de abrir con esta llave
que ayer noche fabriqué.
230
Todos me dicen lo mismo:
que los quereres muy fuertes
llevan los hombres al vino.
231
¿Por qué me tienes recelo
y te muestras con ambages
sabiendo lo que te quiero?
232
Me empiezan a criticar
porque tu querer a mí
me principia a trastornar.
233
Es muy sencilla la cosa:
vente conmigo a mi casa
como si fueras mi esposa.
234
No es tuya esa alegría
que te la dieron prestada
solamente por un día.
235
Dejaste huella en mi cuerpo
que yo no pude limpiar
aunque me empeñé en hacerlo.
236
Ya tengo la llave que abre
esa puerta de misterio
donde no puede entrar nadie.
237
Me dijiste tu verdad:
tengo guardada la mía
por si la quieres juzgar.
238
En el patio de mi casa
colocaste la maceta
que un día te regalara.
239
Incluso antes de tu marcha
me quité el traje flamante
y el nudo de mi corbata.
240
No me muestres la verdad.
No tengo por qué saber
lo que a mí me hará pensar.
241
Dibujas ojos que miran.
Corro para que no vean
como los míos suspiran.
242
Dibujaste los planetas.
Yo sólo seré un satélite
que te dé incontables vueltas.
243
Con las líneas te expresas.
Me hice curvas en tus dedos
de blancas reminiscencias.
244
Te regalo soleares
que me brotan de la pluma
en bandada, a centenares.
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