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14. VIAJE A BENIDORM
Viajes de placer.
© Enrique Alcalá Ortiz
Salida
A eso de las cinco y media
ya había gente en la plaza.
Al sonar las seis en punto
con sus maletas estaban
todos listos, preparados,
y muy contentos, charlaban,
esperando el autobús.
Tenían frío en sus caras.
En todo lo alto, la luna
alumbra la madrugada.
Al sonar las seis y media
Rafael se impacientaba.
Volvía a ver el reloj
y la causa preguntaba
del retraso de ese chofer
que ya tanto se tardaba.
Al cabo de unos minutos,
el coche subía La Cava.
Los sesenta pasajeros
sonreían a carcajadas.
El chófer del autobús
de ?Viajes Sierra Nevada?
explicó que al ser de noche
no veía por donde andaba.
Con las ganas de subir
desfilamos en bandada.
En Pinos Puente paramos
-muy cerquita de Granada-
allí se subió Coral
la guía que nos acompaña.
Desde entonces ya tuvimos
explicaciones muy claras:
allí se ve una iglesia,
allí se ve una campana,
si miráis a los naranjos
pues veréis dulces naranjas.
Al llegar al Poseidón,
-el dios griego de las aguas-
unos se quedan abajo,
otros al cielo marchaban.
Aprendieron enseguida
donde el buffet libre estaba
y atiborraron sus cuerpos
con mil comidas variadas.
Hasta empujaban algunos
con un palo, la garganta.
Valencia
Al día siguiente fuimos
a Valencia a ver las Fallas.
Las fallas son monigotes
con gente muy deformada
que critican cualquier cosa
pero en lengua valenciana.
Ellos le llaman ?ninot?
a esta carnavalada.
Millares de agrupaciones
con falleras ataviadas
paseaban por sus calles
mientras los músicos daban
sus conciertos callejeros
que todo el mundo escuchaba.
Después comían buñuelos
de carne de calabaza.
La de los Desamparados
-?Chepadureta? la llaman-,
es su Virgen más querida,
su Virgen más adorada.
Le llevan claveles rojos
y ramos de rosas blancas.
¡Ay, Valencia, me enamoras!
¡Ay, Valencia, me arrebatas!
¡Qué alegría tengo yo
de haber estado en tus Fallas!
Alancat o Alicante
De Benidorm a Alacant
Hicimos otro paseo.
La costa fue recreando
unos pasajes muy bellos:
acá, montes escarpados,
allá, el mar con sus reflejos.
Ya dentro de la ciudad,
Plaza del Ayuntamiento,
Castillo de Santa Bárbara;
dentro de la catedral
la Virgen de los Remedios.
No le faltaba la playa
donde se ponían morenos,
bajo un calor de verano,
orondos y flacos cuerpos.
En el paseo ?Las Palmeras?
y en su limpio pavimento,
las palomas se levantan
en busca de su alimento.
Yates y barcos de vela
descansaban en el puerto.
No es raro que al despedirme
y al contemplarla en silencio
me salieran sin pensar
del alma, fuertes, los besos.
La ?Nit del foc?
El día de San José
cuando es la ?Nit del Foc?,
unos se van a Valencia...
los demás en Benidorm
se quedaron más tranquilos
pues tenían el temor
de que un petardo ardiendo
o la porra de un porrón
se metiera donde tienen
lo que Dios les regaló.
Todos tuvimos gran suerte,
en Valencia o Benidorm
salimos sin sangre, indemnes,
de aquel horrible follón.
La multitud se agolpaba
de la hoguera alrededor
empujando al de al lado
para poder ver mejor.
El amarillo y el rojo,
es decir, el bermellón
dibujaban en la noche
un gigante fantasmón
que crecía y se ondulaba
con mucha gracia y primor.
Los bomberos con sus aguas
quitáronle el resplandor.
Lo que fue entusiasmo y arte
sólo cenizas dejó.
Las negras pavesas iban
volando sin ton ni son
como ejército de lágrimas
por la ?cremà? que finó.
-Vamos, vamos, no me llores,
linda fallera mayor;
vamos, vamos, no me llores,
es así y se acabó.
Se hicieron para quemarlas
y el fuego ya las quemó.
Mientras la falla se extingue
desprendiendo su calor
le dije a mi compañera:
-Pues ya ardieron los ?ninots?.
-Parece la Candelaria,
aunque es bastante mejor.
Me impresiona en Valencia
la llamada ?Nit del foc?.
Las negras pavesas lloran
por la ?cremà? que murió.
Elche y sus palmeras
Nubarrones enlutados
daban sombrajo a los valles;
humedecían el borde
de las onduladas calles.
El agua puso su encanto
al inicio de este viaje,
en la ?cremà? de Valencia
y en la ciudad de los dátiles.
Me gusta el agua en la mesa,
me gusta el agua en los mares,
pero que me caiga encima,
la verdad, que mal me cae.
En Elche es forzoso ver
donde el calzado se hace
y visitar una fábrica
donde en espaciosas naves
miles de cajas esperan
-cual inmenso escaparate-
que alguien les eche la mano
y se lleve varios pares,
pues nos los venden baratos
porque son los fabricantes.
De moscatel una copa
nos dieron los muy tunantes
para ponernos contentos
y que hiciéramos disparates.
?El huerto del cura? es
como el jardín de los ángeles
mil flores en los parterres
y en medio los palmerales
cactus que miran contentos
como se endulzan los dátiles.
Peces aburridos beben
el agua de los estanques.
Hay palmeras dedicadas
a personas importantes:
al Rey y la Reina dedican
dos que traspasan los aires;
igual que a Alcalá-Zamora
nuestro prieguense emigrante
que fue Presidente electo
y por eso gobernante.
La noche se acerca lenta
y cuando moría la tarde
ante Santa María de Elche,
y el Nazareno sangrante
muchos devotos prieguenses
le rezaron una salve.
De noche, y ya bien comidos,
muchos nos fuimos al baile;
que el cuerpo que pide marcha,
con marcha hay que calmarle.
Murcia
Arrancamos para Murcia
a eso de las ocho y cuarto;
y por supuesto, mucho antes
cumplimos con el estómago.
Antes de llegar a Murcia
se ve el Segura regando
esas huertas tan famosas
por sus verduras de encanto.
Vimos en la catedral
a San Jerónimo orando,
Salzillo de los famosos,
que aquí se valora tanto.
En la Trapería, el Casino,
donde ricos hortelanos
hablaban de sus faenas
cuando regresan del campo.
Ataviadas hortelanas
con flores en los cenachos
regalan a los transeúntes
exuberantes los ramos.
-¿Por qué me regalas flores?
-¿El porqué de este regalo?
Con donosura contestan:
-La primavera ha llegado.
Murcia, Murcia, tus detalles
me tienen emocionado.
Adiós, región levantina,
adiós, mi Mediterráneo;
no lloro porque soy hombre,
pero me voy suspirando.
Final y despedida
Y esta ha sido la historia,
y este ha sido el relato
de un viaje a Benidorm
que en el dos mil, este año,
del dieciséis al veintidós
hicimos en el mes de marzo.
Y colorín, colorado...
Epílogo
Del Palace y del ?Molino?
no digo nada,
espectáculos que vimos
de madrugada.
Un dulce encanto
de maricas y danzantes
que enseñan tanto.
No quiero hablarte
de las cosas que vimos:
¡para espantarse![1]
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