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11. ECOS DE LOS PANDUECOS
Persona y asociaciones.
© Enrique Alcalá Ortiz
Con una idea de Antonio
-prieguense de los inquietos-
al acabar una tarde
de este verano tan seco,
en la casa de Cristóbal
y en un jardín de embeleso,
junto a una rica sangría
que su mujer había hecho,
nos juntamos los amigos
con culturales deseos.
No esculturales, distingo,
de escultura de los cuerpos
de femeninos encantos.
¡No! Es cultura de lo serio.
Saber, de las artes plásticas,
de arquitectura, de templos,
de tallas en la madera
que dibujan arabescos.
Es cultura del sonido
de evocadores misterios,
de las coplas que se cantan
por cantantes callejeros.
Es cultura de papel
de fotógrafos de sueños,
y también de las palabras
que sirven para los cuentos.
Estos eran los afanes
en aquel día primero:
conservar el patrimonio
que nos dieron los abuelos,
ya sea celta o romano,
cristiano o sarraceno.
Todo lo que sea cultura
nos entrará en el talego.
No hacemos asco de nada
que seremos universo
donde quepa cualquier cosa
que nos mejore el cerebro,
o que sirva para bien
de las gentes y del pueblo.
Vengan Ineses y Juanes,
pancistas y quijotescos,
cristianos y protestantes,
derechas, izquierdas, centros;
porque estará sobre todos
el más ferviente deseo
de que sea la amistad
el huésped de los encuentros.
Esos eran los afanes
en aquel día primero.
Fueron pasando los días
con calor de reverbero
y con ardor del picón
que se enciende en los braseros.
Y nos fuimos congregando
en este edificio viejo
que llaman Carnicerías,
mas sin haber carniceros,
pues de carne sólo quedan
esos prehistóricos huesos
que tan quietos se mantienen
oyendo a este trovero[1].
Alrededor de esta fuente
-cual vetustos caballeros
de aquella mesa redonda-
se fue formando consejo
para hablar de los programas
aprobados ex-profeso.
Así, de esta simple forma
muchos asuntos se vieron,
mejor dicho, se charlaron
-porque verse, verse, verse, -
porque verse, el ajetreo
de ese muchacho de enfrente
que entre paseo y paseo
nos surtía de bebidas
para nuestro refrigerio[2].
Mientras la fuente cantaba
su monótono concierto
y alguna que otra paloma
venía a besar su cuerpo
para tomarse las aguas
y después volar al cielo,
nosotros con nuestros temas
de tan variados espectros:
estado de los retablos
de las iglesias de Priego;
Lozano Sidro, pintura;
festivales, por ejemplo;
y a conocernos mejor
entre acuerdo y desacuerdo.
La brevedad es virtud,
y ya termino con esto:
que no nos llamen prieguenses,
que no nos llamen priegueños,
que no nos digan los cultos
porque amamos a lo bello;
si nos han de decir algo,
aprobado lo tenemos.
Los que son de "La Pandueca"
han de llamarse... : PANDUECOS[3].
En esta época estaba en las Carnicerías el Museo Histórico Municipal.
( Nos servía los refrescos el bar Ceballos que estaba muy cerca de las Carnicerías Municipales.
Recitada en las Carnicerías con motivo de una reunión festiva, (comida), de la Asociación Cultural "La Pandueca". 31-08-85.
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