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06. LAS SAETAS DE CUPIDO SE HAN CONVERTIDO EN PLATA
Bodas de colores y de plata.
© Enrique Alcalá Ortiz
A Manoli y Joaquín.
El convento abre sus puertas
mientras la noche llegaba.
El blanco de las paredes
de tan blanco, relumbraba.
San Pedro como es portero
luce sus mejores galas.
Él está allí de testigo
con sus llaves y su tiara.
Ángeles puros arriba
batían fuerte sus alas.
Ante el altar de la Virgen,
con la sonrisa en la cara
se acerca una pareja
para firmar en las sacras
compromisos que ya constan
en unas pajizas actas.
En la capilla, la Virgen,
-la Soledad coronada-
los acoge con sus manos,
los cubre con su mirada.
"Sí quiero", dijeron antes,
y con ello deseaban
hacer público y notorio
lo que en secreto guardaban.
"Te quiero", dicen ahora,
con una firme mirada,
conscientes de que han vivido
unas felices jornadas.
También saben que el futuro
felicidad les depara.
Espíritus franciscanos
con voces resucitadas
le cantan tedeum de gloria,
aleluyas y hosannas.
Ángeles puros arriba
con San Pedro hacen palmas.
Nosotros como testigos
de esta promesa ya dada,
digamos...: "Vivan los novios"...
"¡Vivan los novios", ¡con ganas!
La noche rompe el oscuro
y también el panorama;
los luceros de sus ojos
se llenan de llamaradas;
en las plantas del jardín
brillan las gotas de escarcha,
sus reflejos suspendidos
iluminan las miradas
de este grupo de amigos
que en esta grata velada
se reúnen a celebrar
las lindas bodas de plata
de este matrimonio amable
que renueva su palabra
de ofrecerse mutuamente
tanto el cuerpo como el alma.
La noche rompe lo negro
y la luna a galopadas
congrega luces azules
que brillan como las ascuas.
Pero antes de acabar
esta sencilla balada
to el mundo ha de darse
un beso casto en la cara.
¡Vamos......!
Que la mujer bese al hombre,
los caballeros a su dama...
Tan contentos con los besos
prosigue con la romanza
Hoy es un día venturoso,
hoy es una noche de gracia
porque Joaquín y Manoli
celebran en esta casa,
veinticinco años de vida
donde el amor sentó plaza.
Las saetas que Cupido
con su arco les arrojara
puestas en el corazón
se han convertido en plata.
Una plata que a diario
ellos pulen y abrillantan
con el respeto y cariño
que se entregan en cascada.
Veinticinco años de vida
forman una historia larga
con días de lluvia y sol
con muchas risas y lágrimas,
con sueños y desengaños,
con discordias y alianzas
logradas con el contacto
de dos cuerpos que se abrazan,
mientras susurros de besos
tornan la tensión en calma.
Ahora a beber un trago
para aclarar la garganta.
Del árbol de vuestro amor
os florecieron tres ramas,
de hijos, una trinidad,
un príncipe y dos damas:
Joaquín Julio, Manoli,
María Jesús se llaman
estos chicos tan hermosos,
carne de vuestra sustancia,
diapasones de cantares,
en las liturgias sagradas,
los ojos de vuestros ojos,
de vuestro esfuerzo, moradas,
la carne de vuestra carne,
y de vuestra sed, el agua.
Bien plantados, como pinos,
mejor dicho, como estatuas
de esas que hay en los museos
que tienen tanta importancia.
Con gran razón los hicisteis
bien a vuestra semejanza.
La carne de vuestra carne,
y de vuestra sed, el agua.
Un viva para esos hijos...
ricos frutos de esta casa.
Ellos están en las bodas
de unos padres que los aman.
Como bien dice la copla
veinticinco años es nada,
bien vividos en su Priego
o pasados en Canarias,
porque todos deseamos
que en estas bodas de plata,
celebradas con amor,
tan comidas, tan regadas,
algún día se transmuten
en de oro, y si hace falta,
de platino o diamante.
Y que esta cena tan grata
que hoy hemos tomado juntos
con tan suculentas viandas
tan sólo sea el principio
de las bodas que os faltan.
Y que nosotros estemos
para llenar nuestras panzas.
Me queda, es de bien nacidos,
daros muchísimas gracias
en mi nombre y en el de éstos
que con paciencia me aguantan.
Como final pido a todos,
-porque tenemos confianza-,
unos aplausos muy fuertes
para los que se nos casan.
Para "acá", si lo estimáis,
podéis hacernos... unas palmas[1].
Priego, Los Prados, 22 de agosto de 1998. El estribillo fue leído por José Alcalá Pérez.
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