-
04. CROMATISMO TRINITARIO
© Enrique Alcalá Ortiz
Desde el concilio de esta voluntad
que me hiere,
os hago sabedores del novísimo dogma
que la reciente encíclica
Color sum
publica para que se os quede
en los oídos,
os contraiga el entrecejo,
y os ensanche el campo
de vuestras visualidades:
Esto dice y yo os leo:
"Os hago saber
que hay un sólo color verdadero
y tres cromatismos luminarios:
amarillo, rojo y azul."
Hasta aquí el texto.
(Con esa materia
haced vosotros la poesía en el paisaje.)
Y a vosotros, campesinos de la luz corpuscular,
se os permite que usáis
como materia en vuestras ensoñaciones pictóricas
el blanco de vuestro globo ocular
y el negro de la ausencia no deseada.
Con esto se completa
el círculo de las tonalidades.
La escala tonal será
ahora la tarea de cada cual.
Que todo encalador,
‑ante esa paleta a la que dieron forma de corazón de gigante‑
se fabrique su pan de colores
y con su aceite se lo coma.
Aceite para comer,
aceite para mojar,
aceite para el puchero de cada día;
y óleo para bautizar,
para la extremaunción,
y óleo para pintar.
Para cada uso,
‑qué sabios somos‑
hemos usado un nombre.
No hemos querido mancharnos
con una sustancia tan pringosa.
¿Os imagináis un mundo sin aceite?
¿Una pincelada sin este soporte pigmentario
tan mediterráneo y tan latino?
No quiero pensar lo que serían
nuestros cuadros si usáramos la mantequilla,
tan pálida‑amarillenta por fuera
y tan blanca y lagrimosa por dentro.
Se abre una mañana
de luz intensa
que refleja sobre las paredes de cal
dardos de actitud placentera
y los ojos agrandan sus pupilas
para llenar de tierra y cielo
su cavidad craneal.
Caen cabellos de ángel
y los alumnos los van sembrando
en las macetas de su impaciencia.
Con la cosecha de tanto pelo
las cerdas de las brochas
se convirtieron
en hilos de seda negra en los pinceles.
Comienza la acción.
Primer día de clase.
Sonó una voz en los oídos:
"A pintar el paisaje".
Cada uno con su propia inquietud
introdujo el buril en la masa
y contactó
con la sustancia pegajosa.
En sucesivos picotazos
-de pico de gallina casera-
las escobillas van magreando
el blanco de España
de los lienzos, de las tablas, de los cartones.
Pintaron
el suelo de tierra,
los árboles de verde
y el cielo de azul.
La tela sobre el caballete
vibraba
cuando el pincel
le traía el óleo.
Va el ritmo
de las batutas peludas
buscando texturas,
escudriñando similitudes y contrastes,
dramatizando las posibilidades expresivas,
aplicando las leyes del equilibrio,
compensando masas,
lamiendo la materia,
creando una armonía simétrica‑asimétrica,
organizando la forma y el espacio
en un encuadre de composiciones
dando un centro de interés
que atraiga las miradas perdidas
y arrebate el alma.
El ensayo de la naturaleza
canta su creación
ayudado de instrumentos de vibración
que han cedido
las cigarras estivales.
Va su ritmo
‑en descomposición de colores‑
buscando esa armonía que se hace arte:
errante de sosiego,
alfombra de pisadas,
trombones sin solfa,
pentagrama de fusas.
Con tanto trajín
emanó la obra deseada.
Las pituitarias reciben olores
de pintura fresca.
El volumen tridimensional
se hizo plano
en las dos magnitudes
‑largo y ancho‑
del cuadrilátero.
La obra fue hecha.
La luz hará el resto.
Ella será, la que al perder su trayectoria,
ilumine con su presencia
o oscurezca con su ausencia
las partes que el azar le depare
o a la intención le convenga.
El dogma se hizo materia.
Eso decía y yo os leo:
"Os hago saber
que hay un sólo color verdadero
y tres cromatismos luminarios:
amarillo, rojo, azul".
Hasta aquí el texto.
Con esa ley y la materia,
componed vosotros la poesía en el paisaje.
2441 Veces visto -
|