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08. VENECIA Y SUS CANALES
© Enrique Alcalá Ortiz
Para ir a esta ciudad
no existen las carreteras,
al estar en siete islotes
se hundirían al hacerlas.
Por eso cogimos barco
de motor, que no de velas.
Llamado aquí vaporetto
que al navegar balancea
de babor hasta estribor
como casco de nuez hueca.
Muchos de ellos van sentados,
los demás sobre sus piernas,
contemplaban el paisaje
que en lontananza se eleva.
Atracar fue cosa fácil,
como el zarpar nos lo fuera,
unos tras otros cruzamos
una móvil pasarela
que a modo de pontanal
nos unía con la tierra.
Alguien Colón se creía,
el descubridor de América;
otros hermanos Pinzón
dueños de las carabelas;
ese sueña con Pizarro
cabalgando a la jineta.
- Sois solamente turistas -
dice la guía risueña-,
apresurar vuestros pasos
que vamos a la plazuela.
La plaza resultó ser
lo más grande que se vea,
la llaman la de San Marco,
¡imposible ser más bella!
Nos reciben dos columnas:
San Todaro, la primera,
la del León de San Marcos
hace con ella pareja.
Varios cientos de palomas
en el suelo picotean,
se apelotonan y empujan
cuando comida les echan.
Otras levantan el vuelo
a la campanaria celda,
pues desde este campanario
la ciudad se manifiesta.
Lo llaman dueño de casa
y no hay más verdad que esa
pues laguna y monumentos
todo su esplendor nos muestran.
¡Eso dicen las palomas
y a ellas hay que creerlas,
que nadie de los de aquí
subió tantas escaleras!
Justo al lado está la Lonja
con tres arcadas maestras
como nuestro Ayuntamiento,
pero si te pones cerca?
cuatro cobrizas estatuas
que Sansovino esculpiera
dan prestancia a la fachada
en el dintel de las puertas.
Son las de Apolo, la Paz,
dioses Mercurio y Minerva.
En el nuestro no hay ni una,
aunque dentro puede haberlas,
y si no son de metal,
quizás lo fueran de cera.
Tanto unas como las otras
siempre permanecen quietas.
Si volvemos la mirada,
o giramos la cabeza,
el resultado es el mismo,
nos encontraremos cerca
dos soberbios edificios:
la Librería, a la izquierda,
el gran Palacio Ducale
lo vemos a la derecha,
junto al Museo Correr
que casi junto se encuentra.
Este Palacio del Duque
es asunto que marea
un admirable edificio
de miradas versallescas
como Aranjuez o La Granja,
cuya fachada nos muestra
un gótico muy florido
en rosa de primavera,
hecho con mármol del fino
en una gama bermeja,
formando grandes arcadas
y una lonja más extensa.
Más grande que nuestro Pósito
que tristemente muriera
en años republicanos
para hacer unas escuelas.
Por la Puerta de la Carta
al gran patio se penetra.
La Escalera de Gigantes
a una galería lleva
donde se exponen estatuas
que Rizzo tan bien hiciera
y que en Verona, su pueblo,
con gran fervor aprendiera.
Para subir a las plantas
de Oro vemos la Escalera,
y tantas son las estancias
que por centenas se cuentan
ricamente decoradas
con mármoles, con maderas.
con estatuas, con pinturas
y muchas obras maestras.
Grimani, Frizzo, Filósofos,
Sala de las Cuatro Puertas
Consejo de los Diez, Cofre,
Mayor Consejo, señera,
Colegio, Senado, Brújula
Milicia del Mar, serena.
La sala de los Tres Jefes
y sigue esta realeza
con Censores, Escrutinio
hasta las Prisiones Nuevas.
Florentinos y lombardos
con su oficio de primera
nos dejaron con su nombre
esta casa palaciega
Por citar, cito a Tizziano
a Tintoretto a su vera;
a Varonese y Parodi
con esos dos se codean.
Nuestras escuelas taller
que vengan por aquí? ¡y aprendan!
Ya vino el pintor Velázquez
y él no sintió vergüenza,
copió lo que copiar pudo
y hoy en el Prado se encuentra.
La catedral de San Marcos
es monumento que encierra
la historia de la República
como cualquier biblioteca.
Toma de los bizantinos
pareceres y maneras,
sus cúpulas y mosaicos
y una planta de cruz griega.
Con un caprichoso efecto
en su óptica y en su cantera,
es símbolo de la Plaza,
y por la noche, lumbrera.
Bajo el retablo mayor
en urna tras una reja
guardan restos de San Marcos
el que tan bien escribiera
uno de los evangelios
a mano y con buena letra.
A salir del interior
de esta imponente lucerna
el rico Retablo de Oro
el deslumbramiento aumenta.
Estabilizado el pulso,
recuperadas las fuerzas,
era obligado tomar,
una de las barcas esas
que aquí góndolas se llaman,
pero si se las observa
son tajadas de sandía
transformadas en corvetas.
En estas lunas crecientes
-que nos menguan las monedas-,
avezado gondolero
con camisa marinera,
sombrero de jipijapa
y cinta roja en la oreja,
con una vara muy larga
esta chalupa gobierna.
Va pinchándola en el fondo
y después le da con fuerza,
mientras arruga la cara
que el sol le puso morena.
El Canal Grande es una ese,
como una gigante arteria
como una calle rizada
de blanca espuma cubierta,
fondeado de palacios
de construcciones soberbias
de hermosas arquitecturas,
lo mismo que las iglesias,
que se agrandan, que se achican,
que se arriman, que se alejan.
De vez en cuando aparecen
barrios con casitas viejas
que se adornan con canales
y se agrandan con placetas.
Con el suave bamboleo
y tanta magnificencia,
mientras la barca despacio
flota como una pavesa
pasamos el Puente Rialto
y allí bajamos a tierra.
Paseamos por las calles.
Nos paramos en las tiendas.
Compramos unos objetos.
Nos vaciaron la cartera?
En el Puente los Suspiros
una va, cae y tropieza.
Nos dio un pánico de muerte.
Al levantarla nos dice
con una cara risueña
como si nada pasara
- Aquí se cae cualquiera.
Verdad es que tuvo suerte
porque nos resultó ilesa.
Si alguien tropezó de nuevo,
y más si es una mozuela
no es cosa de publicarlo
al sonido de trompetas,
Más si tropezó de noche
y despeinó su melena.
En este caso feliz
hay que dar la enhorabuena
porque eso no es un tropiezo,
¡eso es una gran faena!
Si la realizó bien
debemos darle la oreja
y al dar la vuelta al ruedo
le gritaremos: ¡toreraaaaa!
La ciudad es una flor
donde acuden las abejas
a libar con los dos ojos
las abundantes bellezas
de esta ciudad de las hadas,
encantada y de leyenda.
Por mucho que la encumbremos,
mucho más, atrás se queda.
Si quiero cantar a gusto
tendré que comprar cien cuerdas
para aumentar los sonidos
que salen de mi vihuela.
Venecia todo es armiño;
púrpura, todo es Venecia,
pues no tiene desperdicio
de los pies a la cabeza.
Venecia en aguas de mar
que nadan por tus aceras.
Los peces son los faroles
que se cuelgan en tus puertas.
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