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06. MILÁN, INDUSTRIA Y MODA
© Enrique Alcalá Ortiz
Nada más pisar Milán
el recuerdo es para Figo
el jugador lusitano
que ha dejado el gran equipo
llamado Real Madrid.
en España todo un signo,
dándose de alta en el Inter
su más preclaro enemigo.
Muchas noches de tristeza,
-algunas de regocijo-
han pasado los forofos
ya si pierden o han vencido
con este club italiano,
que en su país es un símbolo.
¡Viva el Barça! ¡Oh, perdón!
¡Hala Madrid!, vence a Figo
que así vencerás al Inter
ese equipo tan temido.
Quiero explicar lo que han hecho
llevándose a ese tío:
¡es saldo de unas rebajas
y por eso lo han vendido!
***
Ya sobre suelo italiano
los cien de la compañía
nos sentimos satisfechos
y colmados de alegría.
Si bien algunos llevaban
las piernas como sandías
al no tener movimiento
en el autobús subidas.
-Vamos a la catedral-
nos indica nuestra guía.
Y todos tan obedientes
muy sumisos la seguían.
Si bien, algunos paraban
y luego se entretenían
viendo los escaparates
y las cosas que ofrecían.
Después de un momento solos
cuando el grupo se perdía
empezaban a correr
como cualquier deportista.
Después opinan que en Priego
no trotan los pensionistas
y hasta existe un gimnasio
en nuestro Centro de Día.
Si bien el deporte usado
por la inmensa mayoría
pues consiste simplemente?
en sentarse en una silla.
Los milaneses andaban,
por las calles muy deprisa
con bolsas y con carteras
y otras cosas parecidas.
Iban repletas de coches
por dentro sus avenidas,
unos iban para abajo,
otros para arriba iban,
haciendo un ruido tan grande
como forma una jauría
de lobos en el invierno
cuando buscan su comida.
Los semáforos de rojo
luego verdes se ponían,
de pasar era el momento
y cruzar a la otra esquina.
De pronto, la Catedral
nos muestra su maravilla.
Unos sonidos surgieron
en mi calma sorprendida
que empezaban por los pies
y hasta el corazón subían.
Eran ligeros y suaves
con forma de melodía
emitidos por tres flautas
de brillantes campanillas
como aquellas que de niño
se usaban en nuestras misas.
Con esas músicas dentro
me alegré de la visita,
este monumento atrapa
a todo aquel que lo mira.
El Duomo llaman alli
a esta bonita basílica
la más grande que en Italia
nunca fuera erigida
Ciento treinta y cinco agujas
como velas encendidas
se mantienen levantadas
encima de las ojivas
dando unos celos monstruosos
a cualquier estalactita.
Gaudí aquí se inspiró
para su Sagrada Familia.
Suelen tomar los artífices
aquello que les inspira.
El gótico aquí mostró
en sus piedras esculpidas
los colores más subidos
de las bellas pedrerías.
En solo quinientos años
de tarea interrumpida
tardaron en levantarla
sus vecinos y vecinas.
En sus fuertes arbotantes
y en todas las torrecillas
cerca de tres mil estatuas
nos dejaron los artistas,
siendo la más afamada
la nombrada Madonnina
que de Perego la llaman
a esta hermosa virgencita
que desde la aguja grande
a todo el mundo vigila.
El mármol reluce siempre
como llama de cal viva.
Mil ojos de cristaleras
entintan las luces tibias.
Sobre el horizonte el sol
acrecienta las mochilas.
Los prieguenses se dispersan
por la enorme Galería
de Vittorio Emmanuele,
una arcada de cristal
en los muros sostenida.
Los comercios y las tiendas
son una gran monería
con vestidos elegantes
y costosas joyerías
pues la industria de Milán
se destaca en inventiva.
Copiar deberían esto
nuestros mil confeccionistas
y aprender cómo se hace
la moda de una camisa
y dejar ya los vaqueros
aparcados en la orilla.
Contemplando los importes,
se atraganta la saliva.
Para evitar el ahogo
y tentaciones furtivas
dejamos a Valentino
y cual veloz estampida
fuimos al teatro Scala,
que es una sala divina
y de la Ópera se llama,
donde los divos y divas
remachan sus gorgoritos
en famosas melodías
u orquestas muy reputadas
dan conciertos a porfía.
Entre un jardín de flores
con olor a yerbaluisa
un Leonardo de Vinci
alza estatua merecida.
Nadie como él nunca tuvo
tan atractivo carisma.
Fue arquitecto, inventor,
consumado retratista.
Cerca está su Santa Cena
en la iglesia de María.
Y como ?hay gente pa to?
-como el Guerra nos decía
y apuntaba con razón-,
un astuto novelista
ha usado el nombre Da Vinci
para su libro de intriga.
Se ha forrado de dineros
pues vende como rosquillas.
Los misterios, ya se sabe,
a todos nos encandilan.
Y así muy encandilados
cuando la tarde declina
y se encienden los faroles
para ahuyentar las neblinas,
al autobús nos subimos
y proseguimos la gira.
El castillo de los Sforza,
de estilo renacentista,
engordó una de sus torres
para hacernos pleitesía.
¡En Milán los monumentos
hablan si se les admira!
La tarde era casi noche
y si bien calor hacía,
el aire acondicionado
alivió nuestras fatigas.
En Mestre nos esperaban
con las luces encendidas.
Es natural encenderlas
cuando la noche está encima.
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