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13. BURGOS, LA CASTELLANA
© Enrique Alcalá Ortiz
En Burgos, la castellana,
finalizamos el viaje,
buen postre para estos días
que han resultado radiantes.
El Arlanzón con sus aguas
le forma un collar de encaje,
viene de regar las tierras
y las viñas del gran valle
de ese Duero caudaloso
que con tintos se distrae.
El Arco Santa María
con sus torres medievales
abre sitio en la muralla
y levanta personajes
de gloriosos caballeros
conquistadores infantes
hijosdalgos castellanos
grandes entre los más grandes.
El Paseo del Espolón
pone verdor a las calles
repletas de monumentos
y buenas tascas y bares
donde sirven la morcilla
que tan sabrosa nos sabe,
o el rico queso de Burgos,
el príncipe de los fiambres.
La iglesia de San Lesmes,
San Nicolás, sobresale
Santa Gadea histórica
en donde el Cid demandante
hizo jurar al rey Alfonso
que estaba limpio de sangre.
La gran casa de Miranda
o la de los Condestables
renombrada del Cordón,
por las orlas que la parten,
o aquella Plaza Mayor
donde gentes elegantes
conviven con aires fríos
que sus sierras siempre traen.
Monasterio de las Huelgas
de alfonsinos los afanes
Cartuja de Miraflores,
que con góticos expande
los aromas cartujanos
que esculpió en sus altares
don Diego de Siloé
ese artista tan gigante.
Rivaliza con León
en ojivas medievales,
ambas se miran de frente
luciendo sus catedrales
de un gótico hecho punta
de luminosos diamantes.
Con esas puertas doradas,
con sus maderas y herrajes,
retablo renacentista,
el Cristo de cara amable,
el coro, la sacristía,
un conjunto del que sale
el espanto de las bocas
y en las gargantas el cante.
Artesanos que la hicieron
fueron maestros del arte.
El Cid con cara de gozo
coge su espada, la grande,
esa que llaman Tizona
y con fuerza nos la blande,
pero no para dañar
ni para matar a nadie,
con recia voz de soldado
él exclamó: ?Feliz viaje?,
y se caballo Babieca
al ver el Cid tan amable
entre relinchos gritó:
?Además, que Dios os guarde.?
En el coche, los viajeros
-que van sentados a pares-
sonríen agradecidos
a través de los cristales.
Mientras las horas se pasan,
el autobús tan campante
va comiéndose kilómetros
y leyendo las señales.
¡Andalucía está a un paso
y hay que llegar cuanto antes!
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