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08. MONASTERIO DE SANTO TORIBIO DE LIÉBANA
© Enrique Alcalá Ortiz
Santo Toribio de Liébana
con el medievo suspira,
vetustas piedras que guardan
impresionantes reliquias.
Su ?lignum crucis?, madero
donde Jesús el de María
sufrió torturas de muerte,
y donde perdió la vida.
En Roma no las hay tales,
según cuentan las noticias.
Aquí el Beato de Liébana
mojando en azules tintas
su anticuada pluma de ave
trabajó por muchos días
y escribió sus ?Comentarios?
que combaten herejías.
Bebimos agua sagrada
por los monjes bendecida,
según dicen al tomarla
la juventud renacía.
No fue raro que al volver
se sorprendiera la guía
y dijera al vernos jóvenes:
?-Vivan las aguas benditas,
ya apenas os conozco
con esas caras tan lindas.?
La tarde por ser la tarde
tiene luces todavía
para alumbrar San Vicente
de la Barquera, esta villa
marinera con su puente
para atravesar la ría
veintiocho arcos encorvados
descienden de la colina,
mientras debajo el arroyo
con parsimonia camina
buscando las aguas bravas
de suaves playas salinas.
Al atravesar el puente
sobre las aguas tan limpias,
dejamos de respirar
y un deseo se improvisa.
Cada cual pidió una cosa
siguiendo su fantasía.
La tarde por ser la tarde
con la noche moriría.
El puerto cerró sus puertas
y dentro las factorías
se bañaban en aceite
bacalaos y sardinas.
Nos llevaron a la playa
a un pueblo llamado Isla,
nos dieron habitación
muy grandiosa, en demasía,
con comedor y seis camas
y con muebles de cocina.
Luego, después, ya se sabe,
el hotel nos dio comida
y habitaciones en sombra
difuminaron fatigas
que por debajo las sábanas
se tornaron en caricias...
Luego, después, ya se sabe,
el sol de nuevo saldría.
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